Ge Xuan, maestro en artes


Ge Xuan, maestro en artes
Ge Xuan


Lo siguiente se refiere a Ge Xuan, un hombre que había estudiado con Zuo Ci los secretos del Libro de los inmortales y los nueve procesos de la alquimia

En una ocasión en que estaba comiendo con unos invitados y trataban el asunto de las transformaciones y las metamorfosis, uno de ellos sugirió si, al cabo de la comida, no sería posible verlo «obrando algún prodigio para la ocasión». Ge Xuan no se hizo de rogar y, al momento, escupió unos granos de arroz. Los granos se transformaron en cientos de enormes avispas, avispas que fueron a posárseles por el cuerpo a los invitados, mas sin picar a uno solo. Al cabo de un buen rato, abrió la boca y se metieron volando en ella. Y se las tragó, porque ya eran otra vez los granitos de arroz del principio. 

En otra ocasión ordenó a sapos, reptiles, golondrinas y otros animales de ese tipo que bailaran, indicándoles cómo con el índice, y así lo hicieron, siguiendo bien el ritmo y el compás, tal como hacemos los humanos. 

En invierno tenía preparados melones y dátiles para sus invitados, y en verano trozos de hielo y nieve. 

En otra ocasión, dio a uno unas monedas y le pidió que las arrojase al fondo de un pozo; luego, sosteniendo un cacillo por encima del brocal, las llamó y, una a una, salieron todas y fueron volando a meterse en él. 

Cuando bebía con sus invitados, las copas se llenaban e iban hasta ellos por sí solas, mas permanecían junto a aquel que no las hubiera vaciado por completo en cada brindis. 

En otra ocasión, estando con el monarca de Wu, vieron desde un pabellón elevado cómo los habitantes del pueblo hacían un hombre de barro con que invocar la lluvia. 

-Mírelos. Quieren que llueva, pero ¿acaso es ese el modo de lograrlo? -le preguntó el monarca. 

-La lluvia -respondió Ge Xuan- es algo fácil de traer. 

Acto seguido, escribió unas fórmulas, fue a depositarlas en el monasterio del espíritu local y enseguida se oscurecieron cielo y tierra y estalló una grandísima tormenta que empezó a inundarlo todo alrededor del pabellón en alto en que se hallaban. 

-Y ¿sería posible que hubiera peces en las aguas? 

Ge Xuan volvió a escribir unas fórmulas, las arrojó a las aguas que los rodeaban y, al punto, las vieron llenas de peces enormes, que el monarca ordenó pescar.


En Antología del soushenji