Una creación mágica


Una creación mágica


Entonces el venerable Shariputra preguntó al Licchavi Vimalakirti: "Noble señor, dónde murió usted para reencarnar aquí?"

Vimalakirti declaró: "¿Hay algo entre las cosas que ves, anciano, que muera o renazca?".

Shariputra: No hay nada que muera o sea renacido.

Vimalakirti: del mismo modo, reverendo Shariputra, como todas las cosas no mueren ni son renacidas, por qué preguntas "¿dónde moriste para reencarnar aquí?". Reverendo Shariputra, si uno fuera a preguntar a un hombre o a una mujer creada por un mago dónde él o ella han muerto para reencarnar aquí, qué crees que él o ella responderían?"

Shariputra: Noble señor, una creación mágica no muere, ni es renacida.

Vimalakirti: Reverendo Shariputra, ¿no declaró el Tathagata que todas las cosas tienen la naturaleza de una creación mágica?

Shariputra: sí, noble señor, eso es de hecho así.


Vimalakirt Nirdesa



Thich Nhat Hanh - La práctica de detenerse


Thich Nhat Hanh - La práctica de detenerse


El primer paso para aprender a vivir profundamente en el aquí y el ahora es hacer la práctica de detenerse. Hay una historia zen muy conocida acerca de un hombre que iba sobre un caballo galopando. Alguien, al verlo, le grita: "¿A dónde vas?". Y el jinete le contesta dándose la vuelta: "¡No lo sé, pregúntaselo al caballo!".

La historia resulta divertida, pero al mismo tiempo es cierta. Nosotros no sabemos exactamente a dónde vamos o por qué nos apresuramos tanto. Un caballo galopando nos está arrastrando y decidiéndolo todo por nosotros. Y nosotros le seguirnos. Este caballo se llama "la energía del hábito". Posiblemente hayas recibido esta energía de tus padres o de tus antepasados. Esta energía es la que te está dictando tus palabras y acciones, tú no eres tu verdadero soberano, es el caballo y no tú el que te está haciendo avanzar. Es la energía del hábito la que te empuja a decir y hacer cosas a pesar de no ser ésa tu intención, algo que te perjudica tanto a ti como a los demás.

Por ejemplo, aun sabiendo que si decimos algo desagradable haremos sufrir tanto a quienes nos rodean como a nosotros mismos", lo decimos igualmente. Más tarde lo lamentamos y exclamamos: "¡No pude evitarlo!, el deseo fue más fuerte que yo". Nos prometemos de todo corazón que la próxima vez no actuaremos así, pero cuando la situación vuelve a repetirse nos comportamos exactamente del mismo modo, haciendo y diciendo cosas que no sólo perjudican a los demás sino también a nosotros mismos. Esta clase de energía es la energía del hábito.

Nuestra tarea consiste en tomar consciencia de ella y en no dejar que nos arrastre nunca más. Le sonreímos y decirnos: "Hola, energía del hábito, sé que estás aquí". El primer paso para cuidar de ti es aprender a detenerte y mirar en tu interior. Es una práctica maravillosa.

Cuando estamos nerviosos, cuando alguien está enfadado o grita, cuando nos sentimos muy tristes o deprimidos, ¿qué podemos hacer para volver a sonreír y estar vivos? Si aprendernos el arte de detenernos, nos tranquilizaremos en nuestro interior y podremos calmar a quienes nos rodean.

La práctica de detenerse sirve para recuperar la calma y tener una mente clara y estable. Sin serenidad, sin una mente clara y estable, no podremos afrontar nuestros problemas.

La práctica de detenerte no significa que hayas de sentarte inmóvil en un lugar, ya que aunque lo hicieras tu mente seguiría viajando al pasado o al futuro o pensando en los proyectos que tienes, y eso no es detenerse. En nuestro interior hay una especie de video que está funcionando todo el tiempo, sin cesar; piensas en tal o cual cosa, ves una imagen y luego otra. Nunca se detiene. Aunque no digas nada en voz alta, dentro de ti no hay silencio. El silencio interior nos ayuda a disfrutar de lo que tenemos en el momento presente. Nos permite contemplar una puesta de sol y disfrutar de veras con ella.

Detenerte es volver al aquí y al ahora y sentir las maravillas que la vida nos está ofreciendo en ese preciso momento. Si tu mente no se detiene, no estará unida con tu cuerpo, quizá éste permanezca sentado en un lugar, pero tu mente estará en otra parte. Al detenerte, el cuerpo y la mente se unen, regresan al aquí y al ahora.

Una parte importante de nuestra práctica consiste en mirar atentamente para ver. Solemos sufrir porque no miramos atentamente las cosas y nos forjamos falsas ideas. Es como alguien que al andar de noche por un camino cree ver una serpiente y, aterrorizado, entra corriendo en una casa gritando: "¡Una serpiente!". Entonces todo el mundo sale a toda prisa de ella y al iluminar la "serpiente" descubren que no era más que una cuerda en medio del camino. Para cuidar de nosotros mismos, para serenarnos interior mente y calmar a quienes nos rodean, hacemos la práctica de detenernos y de observar atentamente.

Al detenerte —sentándote en silencio, inspirando y espirando, y guardando silencio en tu interior—, te vuelves más estable, más concentrado y más inteligente. Tu mente está clara y reaccionas bien ante cualquier situación porque eres estable y fuerte. Ahora puedes observar atentamente lo que ocurre tanto dentro de ti como a tu alrededor.

Zohar - La bendición de Jacob



Zohar - La bendición de Jacob


Las bendiciones de Jacob, que le fueron otorgadas en diversos tiempos, fueron muchas ciertamente. Primero, mediante el uso de la astucia le fue posible recibir las bendiciones de su padre; y de regreso de Labán, recibió una bendición de la Divina Presencia, como está escrito, «Y Dios [Elohim] bendijo a Jacob» [Gen. 35: 9]. Y aún otra bendición le fue dada cuando se dirigió a Padan-Aram; su padre lo bendijo de esta sapiencia: «Que el Dios Todopoderoso te bendiga…» [Gen. 28: 3].

Entonces Jacob, viendo que tenía todas estas bendiciones para su uso, consideró el asunto pensando: Ahora bien, ¿cuál de estas bendiciones deberé usar primero? Entonces decidió en ese momento servirse de la última, que también era la menor. Pues, aun cuando sabía que tenía peso en sí misma, la veía como la menos poderosa en cuanto al posible dominio sobre este mundo. Por tanto, dijo Jacob: Haré uso de esta bendición ahora mismo; las demás las guardaré para el tiempo en que yo y mi descendencia las necesitemos, es decir, el tiempo en que las naciones todas se reúnan para borrar mi posteridad en el mundo.

Adecuadas a Jacob son las palabras: «Todas las naciones me rodean; verdaderamente, en nombre del Señor las enfrentaré. Ellas me rodean, sí, ellas me rodean… Me rodean como abejas» [Salmos 118: 1012]. Tres veces vemos las palabras «me rodean», que corresponden a las otras tres bendiciones: la primera bendición de su padre, la bendición de Dios y, la tercera, la bendición del ángel.

  Jacob dijo: Cuando llegue el momento de ir contra los muchos reyes y naciones, entonces estas bendiciones serán necesarias; así, las tendré guardadas para ese momento, pero para enfrentarme a Esaú, esta bendición me será útil.

  Él puede compararse con un rey que tiene bajo su mando muchas cohortes de soldados dirigidos por capitanes hábiles, listos para ponerse en combate contra la más fuerte adversidad. El rey es informado que un ladrón de caminos asola el campo, y da órdenes: Que mis guardas de las puertas vayan a luchar contra él. Se le pregunta: ¿No tienes a otros a quienes mandar de entre tus múltiples cohortes más que a estos guardas de las puertas? Él responde: Ellos podrán luchar contra el ladrón. Llegará un día en que necesitaré luchar contra un terrible enemigo, y para ese momento debo guardar mis tropas y capitanes.

  Así habló Jacob: Contra Esaú, estas bendiciones son suficientes; pero las otras bendiciones debo reservarlas hasta que llegue el día en que mis descendientes las necesiten para tomar su lugar en contra de los grandes gobernantes del mundo.

  Cuando llegue ese momento, estas bendiciones comenzarán a funcionar y el mundo estará en armonía. De entonces en adelante, el único reino prevalecerá por sobre todos los demás reinos, y durará para siempre, como está escrito: «Hará pedazos y consumirá a todos estos reinos, y permanecerá para siempre» [Dan. 2: 44].

  Con respecto a las bendiciones de Jacob, el Rabino Hiyya citó el verso: «Un vestigio habrá de volver, aun el vestigio de Jacob» [Isa. 10: 21]. El Rabino Hiyya dijo: esto se refiere a las demás bendiciones. Más adelante está escrito: «Y el vestigio de Jacob deberá estar entre la gente como el rocío del Señor cuando cae sobre el pasto» [Macab, 5: 6].

El Rabino Yesa dijo: Está escrito: «Que el hijo rinda honores a su padre y el sirviente a su amo» [Ma. 1: 6]. Esaú fue un hijo tal, pues ningún hombre sobre la tierra rindió honores tan grandiosos a su padre como Esaú, lo cual le otorgó dominio sobre el mundo. Eliezer, el sirviente de Abraham, ejemplificó el honor dado de un «sirviente a su amo». Más aún, Israel fue sujeto de Esaú debido a las lágrimas que Esaú derramó, y esto será así hasta que llorando ellos regresen al Ser Supremo, bendito sea, como está escrito: «Ellos vendrán bañados en llanto» [Jer. 31: 9]. En ese momento se cumplirá la profecía: «Y los salvadores vendrán al monte Zion, para juzgar el monte de Esaú; y el reino será del Señor» [abad. 1: 21]. Bendito sea el Señor, por siempre jamás.

Zohar, El libro del esplendor
Edición y selección: Gershom Scholem

Zend Avesta - El dualismo



Zend Avesta - El dualismo


Ahora os proclamaré a vosotros, cuantos os acercáis en busca de enseñanzas, las animadversiones que atañen a Aquel que lo conoce (todo), las alabanzas que es preciso prodigar a Ahura Mazda y los sacrificios (aconsejables a causa de brotar) de la Buena Mente (o Inteligencia Divina), así como las benignas meditaciones inspiradas por la Justicia. Y pido que (a causa de todo ello salgan) a plena luz los resultados propicios.

Prestad atención, pues, y contemplad las llamas brillantes (de la Verdad) con (los ojos de) la Mayor y Mejor Inteligencia. Se trata (tenedlo muy en cuenta) de una decisión sobre religión, tanto pública como privada (y lo mismo este hombre que aquél no deben olvidar cuánto les atañe la cuestión). Antes (por tanto) de realizar el gran esfuerzo (en pro) de la buena causa despertad (todos abrid bien los ojos) a nuestra enseñanza.

Ved que se trata de (los dos) Espíritus primitivos que han sido conocidos y declarados (desde antiguo, de siempre, en todo tiempo) como una pareja (que combina sus esfuerzos opuestos) y (sin embargo, cada uno es) independiente en sus obras. Los dos (son) uno mejor y otro peor, tanto en pensamientos como en palabras y obras. Entre ambos, pues, elija bien el que desee obrar sabiamente. (Escoged, por tanto, con el mayor cuidado) no (como los que lo hacen mal a causa de practicar el mal en todo cuanto realizan).

(Sí), cuando se reunieron los dos Espíritus allí al principio (de las cosas) para crear la vida y la esencia de vida y para determinar cómo debería ordenarse el fin del Mundo (destinaron) la peor vida (el Infierno) para los malos y el Mejor Estado Mental (el Cielo) para los buenos (los santos).

(Cuando) cada uno hubo terminado su parte en la obra de la Creación, cada cual de ellos escogió el modo de formar su reino (perfectamente separado y distinto del otro). De los dos, el malo (el Demonio) escogió (naturalmente) el mal, sacando (y obteniendo) con ello los peores resultados posibles, mientras que el Espíritu más bondadoso escogió la (Divina) Justicia. (Tal escogió), cierto, aquel que se viste (empleando como manto) las sólidas piedras del Cielo. Y escogió también a cuantos le agradan a El, Ahura Nazda, con sus obras (obras realizadas) realmente de acuerdo con la fe.

Y entre estos dos Espíritus, los demonios-dioses y aquellos que los adoran) incapaces son de elegir rectamente, puesto que quedaron como engañados. Mientras se formulaban preguntas y se debatían en consejo, el Mal Espíritu (personificado) se acercó a ellos para que le eligieran (y fuesen su comitiva). (Con ello tomaron una decisión fatal.) Y hecho, se abalanzaron juntos hacia el Demonio de la Furia (para con él y su ayuda) mancillar la vida de los mortales.

Estaban haciéndolo cuando se acercó Aramaiti (la Piedad de los buenos y de los santos personificada), y con Ella vinieron el Poder Soberano, el Buen Espíritu y el Orden Recto. Y (a las creaciones espirituales del Bien y del Mal) Aramaiti las dio un cuerpo estable, permanente y siempre capaz y esforzado. Sea, pues, para éste (para tu pueblo) su cuerpo, al final, ¡oh Mazda!, como era cuando comenzaste Tú la Creación. Es decir, sin falta ni mancha (puesto que de Ti procede todo lo bueno).

Y (cuando se haya librado la gran batalla, que comenzó cuando los Daevas tomaron por primera vez al Demonio de la Ira como aliado), y cuando se haya cumplido la (justa) venganza sobre estos desventurados, entonces, ¡oh Mazda! (Tu) Santa Mente (dominando ya dentro de Tu pueblo) habrá ganado el Reino para Ti. Pues, ¡oh Señor de vida! (el Buen Espíritu) confía sus mandamientos a aquellos que entregan el Demonio de la Mentira a las dos poderosas manos del Orden Justo (como a uno que es condenado al verdugo).

Y seamos nosotros como los que originan esta gran renovación y hacen progresar este Mundo (hasta que haya alcanzado su perfección). (Como) los Ahuras de Mazda. Es más (como Tú mismo) estaré yo siempre dispuesto a ayudar (a tu pueblo), mostrándole e inclinándole a escoger (los beneficios) de acuerdo con el Orden Recto. Para ello mis pensamientos estarán siempre allí donde resida la verdadera sabiduría.

Y una vez que haya alcanzado (la perfección) entonces descargaré el golpe destructor sobre el Demonio de la Falsedad (y sus secuaces perecerán con él), mientras que los justos, los santos, los que marchan por el camino del bien (aquí, en la Tierra) con buena fe (y con amor) se reunirán rápida, prestamente, en la feliz morada del Buen Espíritu, es decir, de Ahura.

Por consiguiente, ¡oh hombres!, estáis aprendiendo los principios religiosos que Ahura dio, bien para (nuestra) felicidad, ora para (nuestro) dolor. (Y también estáis aprendiendo) lo que es el largo tormento de los malvados y las bendiciones que esperan a los justos. Y cuando éstos (hayan empezado su curso, el curso de sus obras), la salvación será su herencia y recompensa.

Zend Avesta, Yasna XXX

Zhuang zi - Por eso ya no lloro


Zhuang zi - Por eso ya no lloro


La mujer de Zhuang zi había muerto, y Hui zi fue a visitarle por mostrarle su condolencia. Halló a Zhuang zi acuclillado en postura de harnero; estaba cantando al tiempo que golpeaba rítmicamente una jofaina.

  —«Habéis pasado vuestra vida con ella —le dijo Hui zi—, ha criado a vuestros hijos, y ahora, ya anciana, ha muerto; ya está bien que no la lloréis, pero que por demás os deis a cantar tocando la jofaina, ¿no se os antoja un exceso que no tiene nombre?».

  —«No es como decís —dijo Zhuang zi—. En el momento en que murió, ¿cómo hubiera podido yo no sentir dolor? Mas paré mientes en que al principio, en su origen ella no tenía vida; y no sólo que no tenía vida, pero que tampoco tenía forma; y no sólo no existía su forma, sino que tampoco su energía vital. En medio de la nebulosa confusión primera se produjo una transformación y apareció la energía primordial; mudó ésta, y se hizo forma; mudó la forma y se tomó en vida. Ahora es la vida la que se ha tomado en muerte. Es como el sucederse de las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño, invierno. Cuando ella ahora reposa tranquila en la Gran Mansión, si yo gimiera y sollozara amargamente, para mí que no había comprendido la razón de la vida. Por eso ya no lloro».