Zohar - La bendición de Jacob



Zohar - La bendición de Jacob


Las bendiciones de Jacob, que le fueron otorgadas en diversos tiempos, fueron muchas ciertamente. Primero, mediante el uso de la astucia le fue posible recibir las bendiciones de su padre; y de regreso de Labán, recibió una bendición de la Divina Presencia, como está escrito, «Y Dios [Elohim] bendijo a Jacob» [Gen. 35: 9]. Y aún otra bendición le fue dada cuando se dirigió a Padan-Aram; su padre lo bendijo de esta sapiencia: «Que el Dios Todopoderoso te bendiga…» [Gen. 28: 3].

Entonces Jacob, viendo que tenía todas estas bendiciones para su uso, consideró el asunto pensando: Ahora bien, ¿cuál de estas bendiciones deberé usar primero? Entonces decidió en ese momento servirse de la última, que también era la menor. Pues, aun cuando sabía que tenía peso en sí misma, la veía como la menos poderosa en cuanto al posible dominio sobre este mundo. Por tanto, dijo Jacob: Haré uso de esta bendición ahora mismo; las demás las guardaré para el tiempo en que yo y mi descendencia las necesitemos, es decir, el tiempo en que las naciones todas se reúnan para borrar mi posteridad en el mundo.

Adecuadas a Jacob son las palabras: «Todas las naciones me rodean; verdaderamente, en nombre del Señor las enfrentaré. Ellas me rodean, sí, ellas me rodean… Me rodean como abejas» [Salmos 118: 1012]. Tres veces vemos las palabras «me rodean», que corresponden a las otras tres bendiciones: la primera bendición de su padre, la bendición de Dios y, la tercera, la bendición del ángel.

  Jacob dijo: Cuando llegue el momento de ir contra los muchos reyes y naciones, entonces estas bendiciones serán necesarias; así, las tendré guardadas para ese momento, pero para enfrentarme a Esaú, esta bendición me será útil.

  Él puede compararse con un rey que tiene bajo su mando muchas cohortes de soldados dirigidos por capitanes hábiles, listos para ponerse en combate contra la más fuerte adversidad. El rey es informado que un ladrón de caminos asola el campo, y da órdenes: Que mis guardas de las puertas vayan a luchar contra él. Se le pregunta: ¿No tienes a otros a quienes mandar de entre tus múltiples cohortes más que a estos guardas de las puertas? Él responde: Ellos podrán luchar contra el ladrón. Llegará un día en que necesitaré luchar contra un terrible enemigo, y para ese momento debo guardar mis tropas y capitanes.

  Así habló Jacob: Contra Esaú, estas bendiciones son suficientes; pero las otras bendiciones debo reservarlas hasta que llegue el día en que mis descendientes las necesiten para tomar su lugar en contra de los grandes gobernantes del mundo.

  Cuando llegue ese momento, estas bendiciones comenzarán a funcionar y el mundo estará en armonía. De entonces en adelante, el único reino prevalecerá por sobre todos los demás reinos, y durará para siempre, como está escrito: «Hará pedazos y consumirá a todos estos reinos, y permanecerá para siempre» [Dan. 2: 44].

  Con respecto a las bendiciones de Jacob, el Rabino Hiyya citó el verso: «Un vestigio habrá de volver, aun el vestigio de Jacob» [Isa. 10: 21]. El Rabino Hiyya dijo: esto se refiere a las demás bendiciones. Más adelante está escrito: «Y el vestigio de Jacob deberá estar entre la gente como el rocío del Señor cuando cae sobre el pasto» [Macab, 5: 6].

El Rabino Yesa dijo: Está escrito: «Que el hijo rinda honores a su padre y el sirviente a su amo» [Ma. 1: 6]. Esaú fue un hijo tal, pues ningún hombre sobre la tierra rindió honores tan grandiosos a su padre como Esaú, lo cual le otorgó dominio sobre el mundo. Eliezer, el sirviente de Abraham, ejemplificó el honor dado de un «sirviente a su amo». Más aún, Israel fue sujeto de Esaú debido a las lágrimas que Esaú derramó, y esto será así hasta que llorando ellos regresen al Ser Supremo, bendito sea, como está escrito: «Ellos vendrán bañados en llanto» [Jer. 31: 9]. En ese momento se cumplirá la profecía: «Y los salvadores vendrán al monte Zion, para juzgar el monte de Esaú; y el reino será del Señor» [abad. 1: 21]. Bendito sea el Señor, por siempre jamás.

Zohar, El libro del esplendor
Edición y selección: Gershom Scholem