Un hombre llamado Hua zi que vivía en Yang li, en Song, cayó en un estado de amnesia a mitad de su vida. Por la tarde olvidaba lo que había tomado por la mañana; a la mañana siguiente olvidaba lo que había dado la tarde anterior. Cuando iba a algún sitio, se le olvidaba caminar; en casa, se le olvidaba sentarse. Si ahora no recordaba lo que acababa de hacer poco antes, al cabo de un rato tampoco iba a recordar lo que ahora estaba pasando. Su familia estaba amargada. Todo fue inútil. Ni los adivinos pudieron descubrir con sus cábalas la causa de la enfermedad, ni liberarle de ella las invocaciones de un brujo, ni dominarla los remedios de un médico.
Un letrado de Lu se ofreció para curarlo. La mujer y los hijos de Hua zi le prometieron la mitad de su hacienda si lo conseguía. El letrado les dijo: "Se trata de un caso que no se puede remediar ni con cábalas, ni con invocaciones, ni recurriendo a las medicinas. Yo lo que hará será intentar modificar su mente, cambiar sus pensamientos. Así, puede que se reestablezca".
Acto seguido dispuso una serie de pruebas. Hizo que lo desnudaran y el reclamó la ropa; lo tuvo sin comer y exigió comida; lo dejó a oscuras y pidió luz. Entonces el letrado dijo satisfecho a los hijos de Hua zi: "Se puede curar la enfermedad. Sin embargo, mi método es algo secreto que no se puede divulgar." Despidió a todos y se quedó a solas con el enfermo durante siete días.
Nadie supo qué hizo éste con el enfermo, mas el hecho fue que una enfermedad acumulada a lo largo de los años desapareció una mañana.
Al recobrar la plena conciencia, Hua zi se puso furioso. Recriminó a su mujer, castigó a sus hijos y, con una lanza en la mano, salió corriendo detrás del letrado. Las gentes de Song lo sujetaron y le preguntaron por qué se comportaba de aquella manera. Hua zi les explicó: "Antes, sumido como estaba en un estado de amnesia, en mi profunda indiferencia ni siquiera sabía si existen o no el cielo y la tierra. Al recobrarme ahora, surgen en mi mente en caótica confusión todos los logros y pérdidas, éxitos y fracasos, penas y alegrías, amores y odios, de los últimos decenios. Y mucho me temo que en el futuro volverán a turbar mi mente nuevos logros y pérdidas, éxitos y fracasos, penas y alegrías, amores y odios. ¿Podré volver al estado que acabo de perder?".
Zi Gong quedó sorprendido al enterarse de esta historia, y se la contó a Confucio. Éste le dijo: "Es algo que tú no puedes comprender." Y dirigiéndose a Yang Hui: "No lo olvides".
Lie Zi - Libro de la Perfecta Vacuidad, El rey Mu de Zhou, capítulo VII
Traducción Iñaki Preciado