Lao Tse – Los buenos maestros de los tiempos remotos


Lao Tse – Los buenos maestros de los tiempos remotos


Los buenos maestros de los tiempos remotos formaban
uno con las misteriosas fuerzas invisibles.
Eran tan profundos que no podemos conocerlos.
No conociéndolos,
apenas sabemos describir su apariencia.
Eran tardos, como los que atraviesan un río en invierno,
prudentes, como los que temen estar rodeados de
vecinos,
discretos, como los invitados,
pasajeros, como el hielo que se funde,
sencillos, como la tela sin cortar,
amplios, como el valle,
y opacos, como el agua turbia.

¿Quién sabe cómo ellos, a través del reposo,
aclarar poco a poco lo turbio?
¿Quién sabe, como ellos,
a través de la constancia,
establecer gradualmente la calma?

Quien se atiene al Sentido
no anhela la abundancia.
Por no estar colmado
puede ser humilde,
eludir lo nuevo
y alcanzar la plenitud.


Tao Te King, capítulo 15

Versión de Richard Wilhelm


Zhuang Zi - Transformación


Zhuang Zi - Transformación


De pronto el maestro Yü enfermó. El maestro Ssu fue a preguntar cómo estaba.

— ¡Sorprendente! —dijo el maestro Yü—. ¡El Creador me está torciendo todo así! Mi espalda se levanta como una joroba y mis órganos vitales están encima de mí. Mi mentón se esconde en mi ombligo, mis hombros se alzan sobre mi cabeza, y mi coleta señala al cielo. ¡Tiene que ser una dislocación del yin y el yang!

Sin embargo parecía calmado en su corazón y nada preocupado. Arrastrándose hasta el aljibe, miró su reflejo y dijo: — ¡Ay, ay, ay! ¡Así que el Creador me está torciendo todo de esta forma!

—¿Lo lamentas? —preguntó el maestro Ssu.

— Claro que no, ¿por qué habría de hacerlo? Si el proceso continúa, quizás con el tiempo transformará mi brazo izquierdo en un gallo. En ese caso me mantendré en guardia por la noche. O quizás con el tiempo transformará mi brazo derecho en la bala de una ballesta y derribaré una lechuza para asarla. O quizás con el tiempo transformará mis nalgas en ruedas de carro. ¿Qué necesidad de un carro volveré a tener jamás?

Recibí la vida porque había llegado el momento; la perderé porque el orden de las cosas sigue adelante. Conténtate con este tiempo y habita en este orden y entonces ni la tristeza ni la alegría podrán tocarte. En los tiempos antiguos esto se llamaba ‘liberarse de los lazos’. Están aquellos que no pueden liberarse porque están atados por las cosas. Pero nada puede ganarle nunca al Cielo; así es como siempre ha sido. ¿Qué debería lamentar?

***

De pronto el maestro Lai se enfermó. Yacía casi a punto de morir, jadeante y resollando. Su esposa e hijos lo rodearon en un círculo y comenzaron a llorar. El maestro Li, que había venido a preguntar cómo estaba, les dijo: — ¡Fuera! ¡Lejos! ¡No perturbéis el proceso del cambio!

Luego se reclinó contra el umbral de la puerta y habló con el maestro Lai.

— ¡Qué maravilloso es el Creador! ¿Qué hará de ti a continuación? ¿Dónde te enviará? ¿Te convertirá en el hígado de una rata? ¿Te convertirá en la pata de un escarabajo?

El maestro Lai repuso: — Un niño, obedeciendo a su padre y a su madre, va dondequiera que le digan, al este o al oeste, al norte o al sur. Y el yin y el yang, ¡cuánto más son para el hombre que su padre y su madre! Ahora que me han traído hasta el borde de la muerte, si me negara a obedecerles, ¡qué perverso sería! ¿Qué culpa tienen ellos? El Gran Terrón me carga con una forma, me sobrecarga con vida, me aliviana en la vejez, y me da descanso en la muerte. Entonces si pienso bien de mi vida, por la misma razón debo pensar bien de mi muerte. Cuando un herrero hábil está fundiendo metal, si el metal saltara y dijera: ‘¡Insisto en que me conviertas en Mo-yeh!, sería seguramente considerado como un metal muy poco auspicioso. Ahora, habiendo tenido la audacia de cobrar forma humana una vez, si dijera, ‘¡No quiero ser otra cosa que no sea un hombre! ¡Nada que no sea un hombre!’, el Creador seguramente me consideraría una persona muy poco auspiciosa. Así que ahora pienso en el cielo y la tierra como en un gran horno, y en el Creador como en un hábil herrero. ¿Dónde podría enviarme que no estuviera bien? Me dormiré en paz, y luego con un sobresalto me despertaré.



Zhuang Zi – Capítulo VI