De la identidad


La palabra no es como el soplar del viento. El que habla expresa razones. Estas razones no son algo permanente. ¿Habla realmente? ¿O es que acaso no habla? Imagina que sus palabras son diferentes del sonido de un pájaro ¿Se distinguen? ¿O acaso no se distinguen? ¿Còmo ha podido ocultarse el dao hasta el punto de aparecer la distinción entre lo verdadero y lo falso? ¿Como ha podido ocultarse la palabra hasta el punto de aparecer la distinción entre el “es” y el “no es”? ¿Serà imposible la palabra? El dao se oculta bajo los pequeños logros y la palabra en la abundancia de recursos. Y así es como surgen las controversias entre los letrados confucianos y los discípulos Moístas. Cada una de estas escuelas afirma lo que la otra niega. Si queremos afirmar lo que los otros niegan y negar lo que los otros afirman, nada mejor que una mente iluminada. * Todo ser es otro y todo ser es él mismo. Esto no se ve desde el otro, sino que se sabe desde uno mismo. El otro surge del sí mismo, aunque también éste depende de aquel. Nacen ambos al mismo tiempo y, aun así, hay que decir que nacer es morir y morir es nacer, y que el poder es no poder y lo imposible posible. Razones para afirmar son razones para negar. Uno mismo es también el otro. El otro tiene su propio si y tiene su propio no. Y uno mismo también tiene su afirmación y su negación. Pero, ¿hay diferencia verdadera entre el otro y uno mismo? ¿no hay realmente diferencia entra ambos? Que el otro y el yo no se contrapongan: a eso nombran el eje del dao. Sólo  alineándose a ese eje se puede penetrar en el círculo y así corresponder a las innumerables transformaciones. Los cambios del “es” son infinitos, e infinitos los cambios del “no es”.


Zhuang Zi Libro II  capitulo 3