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Zhuang Zi - Capítulos interiores 3

Capítulo III
NUTRIR EL PRINCIPIO VITAL




I

Mi vida tiene límites.
El saber no los tiene.
Si nosotros, limitados,
perseguimos lo ilimitado,
corremos un peligro: detenernos.
Si nosotros, detenidos,
anhelamos aún sabiduría,
corremos un peligro mayor.
El que obre el bien, que rechace el éxito.
El que obre el mal, que evite el castigo.
Sigue tu centro y haz de eso tu ley.
Tu cuerpo estará a salvo,
tu vida será plena,
tu vitalidad preservada
y tus años agotados.



II

Ding el cocinero
descuartizó un buey para Wen Hui.
Primero golpeó la carne con las manos,
enderezó la espalda,
y pisando fuerte contra el suelo
hincó una rodilla sobre el buey,
y entonces su cuchillo hendía ¡zum!,
cortaba ¡zas!, partía ¡crac!,
danzando al ritmo de la canción
"sang-lin", danzando al ritmo
de la canción "jing-shou".
"¡Qué maestría!
¡Has llegado a la cima de tu arte!", exclamó Wen Hui.

El cocinero Ding, dejando el cuchillo, replicó:
"Más allá de toda habilidad,
sólo existe el Tao para tu humilde servidor.
Al comienzo de mi trabajo sólo veía el buey.
Tres años más tarde ya casi no lo veía.
Ahora, trabajo con mi espíritu
y no con mis ojos.
Allá donde el conocimiento
y los sentidos se detienen,
el espíritu es el que actúa.
Sigo la estructura corporal de la res,
penetro en las articulaciones,
no toco ni una arteria ni un tendón
y menos aún los grandes huesos.
Un buen cocinero
cambia de cuchillo una vez al año,
porque corta con él.
Un mal cocinero
cambia de cuchillo una vez al mes,
porque desgarra con él.
Con este cuchillo,
desde hace diecinueve años,
he descuartizado mil bueyes
y su hoja está como recién afilada.
Entre las junturas: un intersticio,
el espacio suficiente para que la finísima hoja
penetre y se deslice.
Por eso, tras diecinueve años de uso,
mi cuchillo tiene una hoja perfecta.
Pero si me encuentro con un nudo complicado,
con una juntura difícil,
me pongo en guardia y tomo mis precauciones.
Muevo la hoja del cuchillo lentamente
hasta que...¡zas!,
de un solo corte la juntura se separa;
el animal se descuartiza, se desploma
como un montón de tierra.
Entonces, de pie con mi cuchillo, me yergo,
miro a mi alrededor satisfecho de mí mismo;
limpio la hoja y lo guardo".

"¡Excelente! -exclamó Wen Hui-.
Escuchando tus palabras,
he aprendido a nutrir el Principio vital".


III

Gongwen Xuan, viendo al Comendador de Derecha,
dijo sorprendido:
"¿Qué clase de hombre eres
que sólo tienes un pie?
¿Es causa del Cielo o de los hombres?".

"Es obra del Cielo y no de los hombres -contestó-.
Es el Cielo quien ha hecho
que nazca con un solo pie.
La forma le es dada a los hombres.
Por eso sé que es causa del Cielo,
y de nadie más".

El faisán de los pantanos,
cada diez pasos, picotea,
cada cien pasos, toma un sorbo de agua.
No desearía nunca estar encerrado en una jaula
aunque le trataran como a un rey.
Jamás sería feliz.

Cuando Lao Dan murió,
Quin Shi fue a presentar sus condolencias,
suspiró tres veces y partió.
Un discípulo le preguntó:
"¿No eras tú amigo del Maestro?".
"Sí", contestó.
"¿Y es ésta la manera apropiada de condolerse?".
"Sí. Antes le consideraba un hombre Supremo,
pero ahora ya no lo es.
Acabo de entrar para rendirle homenaje,
y he visto que los viejos le lloraban
como si lloraran a sus hijos,
he visto que los jóvenes le lloraban
como si lloraran a su madre.
Algunos de entre los reunidos,
aunque no deseaban hablar, hablaban,
aunque no deseaban llorar, lloraban.
Eso es huir del Cielo y la Verdad,
desdeñar sus dones.
"Huir del Cielo es una ofensa", decían los Antiguos.
En su momento el Maestro llegó.
Siguiendo su rumbo, el Maestro se fue.
Si te conformas al tiempo
y continúas el rumbo marcado,
ni el dolor ni la alegría podrán penetrarte.
Esto es: "deshacer el nudo que nos ata",
como decían los Antiguos.

Aunque la antorcha se apagó,
el fuego continúa propagándose.
Mas nadie sabe cuándo acabará
de consumirse.


Los Capítulos Interiores de Zhuang Zi
Pilar González España y Jean Claude Pastor-Ferrer

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