Un ideal de la vida espiritual (Regla de la comunidad Qumrán)

A orillas del Mar Muerto, a pocos kilómetros de donde predicaba Juan Bautista, levantábase en tiempos de Jesús la residencia de una comunidad esenia. Parte de su biblioteca, escondida en 70 cuando la guerra contra los romanos, ha sido descubierta a partir de 1947 en las cuevas de los alrededores (llamadas “grutas de Qumran”). Resulta interesante conocer la espiritualidad de este ambiente, con el que pudo estar en elaciones Juan Bautista, como también los oyentes de Jesús. Los que siguen son pasajes del himno con que concluye la Regla de la Comunidad:


A la llegada del día y de la noche,
entraré en la alianza de Dios;
al salir de la tarde y la mañana
enunciaré sus mandamientos,
y mientras éstos duren haré en ellos mi recinto,
sin desviarme de ellos.

Al principiar mis tareas y ocupaciones,
bendeciré su nombre;
al comienzo de toda actividad,
al acostarme y al levantarme,
y cuando esté reposando en mi lecho,
yo lo aclamaré.
Lo bendeciré, ofreciéndole el tributo de mis labios,
al abandonar la mesa de los hombres,
y antes de alargar la mano para alimentarme
con los deliciosos productos de la tierra.
Aunque broten el temor y el terror,
y perdure la angustia y la desolación,
lo bendeciré por haber realizado
maravillas extraordinarias;
meditaré acerca de su poderío,
y en sus gracias me apoyaré todo el día.
Sabiendo que en su mano está el juicio de todo lo viviente,
y que sus obras son la Verdad,
en el umbral de la angustia lo alabaré
y cuando me salve, también lo aclamaré.

(Columna 10, 10-17)


Yo, por mí, pertenezco a la humanidad culpable,
en compañía de la carne de iniquidad;
mis ofensas, mis faltas, mis pecados,
y la perversidad de mi corazón
me ponen en compañía de la piojera
y de los que van a las tinieblas.

Pero, si yo vacilo,
siempre serán mi salvación las gracias de Dios;
y si tropiezo por el extravío de la carne,
mi juicio será según la justicia de Dios,
que dura para siempre.
Mas si prolongare mi angustia,
librará a mi alma de la perdición,
y afianzará mis pasos en el camino.

En su misericordia me hizo aproximar,
y mi juicio sobrevendrá según su gracia.
En su justicia verídica me juzgó,
y en su gran bondad borrará todas mis ofensas.
Me limpiará en su justicia de la mancilla humana
y del pecado de los hijos de Adán,
para que se den gracias a Dios por su justicia,
y al Altísimo por su magnificencia.

¡Bendito seas, Dios mío,
que abres al conocimiento el corazón de tu siervo!
Consolida todas mis obras en la justicia,
y concede al hijo de tu sierva,
como lo quieres para aquellos que escoges de entre los hombres,
que se conserve ante ti para siempre

Extraído de Pierre Grelot, Introducción a los libros sagrados, Buenos Aires, Editorial Stella, 1965
Versión castellana de Carlos E. Olivera Lahore y Ramón Edmundo Odiard f.s.c.

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