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Zhuang Zi - Capítulos interiores 1

Capítulo I
LIBRE CAMINAR


I

Muy al Norte, en el oscuro abismo,
existe un pez. Su nombre es Kun.
¡Es tan inmenso que mide
no se cuántos miles de li !
Transformado en pájaro, su nombre es Peng.
¡Es tan inmensa su espalda, que mide
no se cuántos miles de li !
Con toda su fuerza emprende el vuelo
y sus grandes alas son como nubes
que cubren los confines del cielo.
Es con la gran marea
cuando Peng parte hacia el Lago Celeste,
en el lejano abismo del Sur.

Así dice el Libro de las Maravillas:
"En el mes de junio,
al emprender su vuelo hacia el Sur,
Peng emerge batiendo sus alas contra el agua
sobre una superficie de tres mil li,
hasta que un viento poderoso en espiral
lo alza a noventa mil".
Caballos salvajes, polvaredas, criaturas
que respiran soplándose entre sí.
¿Este inmenso azul del cielo es su verdadero color
o es el efecto de la distancia infinita?
Y es que Peng el pájaro, cuando mira hacia abajo,
ve exactamente el mismo azul.

Si el agua es poco profunda
no puede sostener un barco;
pero el agua de un tazón
volcada en un pequño hoyo
puede hacer un barco
de una simple hoja de hierba.
El tazón se pegaría al fondo,
como un barco demasiado grande
para tan poca agua.
Así, sobre poco aire,
no podrían sostenerse grandes alas.
Por eso Peng se eleva a noventa mil li
y apoyado sobre el viento al que cabalga,
con el Cielo arriba, a sus espaldas,
emprende ya sin demora su marcha hacia el Sur.

Una cigarra y una paloma torcaz se burlaban diciendo:
"Cuando iniciamos el vuelo presurosas
por alcanzar un olmo o un sándalo,
a veces caemos a tierra antes de llegar.
¿A santo de qué ascender a noventa mil li
y remontar el vuelo hacia el Sur?".
Para quien se va un día al campo
tres comidas serán suficientes
y volverá aún con el estómago lleno;
quien se aleja cien li de distancia
llevará provisiones para la noche;
pero quien recorre mil li
necesitará alimentos para tres meses.
¡Qué pueden entender estas dos pequeñas criaturas!

Un pequeño saber no puede equipararse a uno grande.
Ni una corta vida a una larga existencia.
¿Cómo se sabe que esto es así?
El hongo que sólo vive una mañana
desconoce el ciclo de la luna.
La cigarra de verano nada sabe
de primaveras ni de otoños.
Así son las pequeñas existencias.
Al sur del estado de Chu
vive la tortuga Min Ling
cuyo otoño es de quinientos años,
de quinientos años también su primavera.
En la remota antigüedad había un cedro
cuyo otoño duró ocho mil años,
y ocho mil años también su primvera.
Así son las largas existencias.
Como Pengzu conocido por su longevidad,
y al que en vano desearíamos imitar.

Las preguntas del emperador Tang a Ji
también eran del mismo género:
"¿Existen los confines del espacio?".
"Más allá de lo ilimitado:
lo ilimitado.
Más allá de lo infinito:
lo infinito - repondió Ji -.
En el Lago Celeste,
un abismo oscuro del Septentrión estéril,
habita un pez. Su nombre es Kun.
¡Es tan inmenso, que mide
no se cuántos miles de li!
Allí habita un pájaro. Su nombre es Peng.
¡Es tan grande su espalda como la montaña Tai,
y sus alas tan inmensas omo nubes
que cubren los confines del Cielo!
Una enorme espiral de viento
como un gran cuerno de carnero
lo eleva a más de noventa mil li,
y una vez que traspasa las nubes
cuando sólo el cielo azul se extiende a sus espaldas,
orienta su vuelo hacia el abismo del Sur.
Un gorrión se burlaba diciendo:
"¿Adónde irá ése?
Yo doy un salto hacia el aire
y apenas me elevo, ya desciendo
para revolotear entre la hierba.
Así es el culmen de mi vuelo,
Pero ése ¿adónde irá?".
He ahí la diferencia entre lo grande y lo pequeño.

Inteligencia apropiada para desempeñar un oficio,
conducta ejemplar en la sociedad,
virtud pareja a la del príncipe,
talento suficiente para servir al estado,
todos ellos atributos que hacen a un hombre
tan orgulloso como esas pequeñas criaturas.
Song Rongzi se rió de todos ellos:
que el mundo entero le alabase
o despreciase le traía sin cuidado.
Conocía el límite que separa lo exterior
de lo interior, la frontera que se extiende
entre la gloria y la desgracia.
Eso era todo. Nada podía perturbarle.
Pero no instauró nada nuevo en el mundo.

Lie Zi cabalgaba el viento,
en vuelo ágil y lleno de luz.
Al cabo de los quince díasregresaba.
Y aunque ignoraba el ardor de la felicidad
y exento estaba del caminar humano
no pudo librarse de todas las dependencias.

El que sigue la Norma exacta
del Cielo y de la Tierra,
empujado por los seis soplos
que eternamente se transforman;
el que camina libremente por el infinito,
¿de qué podría depender?
Así está escrito:
El Hombre Supremo carece de yo.
El Hombre Divino carece de mérito.
El Hombre Santo carece de fama.

II

Cuando Yao quiso ceder su imperio a Xu You,
le dijo: "El surgir del sol y de la luna
hace inútil la luz de las antorchas.
La caída apropiada de la lluvia
hace vano el riego de los campos.
Sube tú al trono y así el mundo
estará bien gobernado.
Yo no soy apto para ello
y mientras siga en el poder
sólo veré mis fracasos.
Te lo ruego: toma el mando".

Y Xu You le contestó:
"Señor, tú gobiernas el mundo
y el mundo está bien gobernado.
¿Tan sólo para ganar renombre
voy yo a ocupar ese puesto?
El renombre no es más que el huésped de lo real.
Yo, ¿un simple huésped?
Cuando el pájaro troglodita
construye en el bosque su nido,
una ramita le basta.
Cuando el topo bebe en el río,
toma lo justo para saciar su sed.
Señor, vuelve a tu trono.
¿Qué puedo yo hacer
con las riendas del mundo?
Si el cocinero falta a su oficio,
el que representa a los muertos
y el que invoca en los sacrificios
no abandonan ofrendas ni vino sagrado
para reemplazarle en su puesto".

Jianwu comentó a Lian Shu:
"He oído a Jie Yu,
y sus palabras me causan pavor.
Son palabras grandiosas pero no reales,
tan lejanas que jamás retornan,
como la Vía Láctea sin contornos,
tan inconmensurables que ignoran
todas las cosas del mundo".

Y Lian Shu le preguntó qué decían esas palabras.

"Decían que en la misteriosa montaña Gushe
viven unos seres divinos
cuya blanquísima piel brilla como el hielo.
Tan tímidos y dulces como jóvenes doncellas.
No comen los cinco cereales,
beben rocío y respiran viento.
Cabalgan sus dragones
por encima de las nubes
y se dirigen más allá de los Cuatro Mares.
Concentrando su espíritu,
pueden curar enfermedades
y hacer que maduren las cosechas.
Yo, de todas estas locuras,
no creo ni una sola palabra".

Entonces Lien Shu le respondió:
"¡Claro! ¡Cómo un ciego iba a apreciar ornamentos y colores!
¡Cómo un sordo iba a escuchar campanas y tambores!
No sólo el cuerpo puede no ver y no oír.
No sólo los ojos enceguecen.
No sólo ensordecen los oídos.
Así también la inteligencia
ciega y sorda puede estar,
como lo muestran tus palabras.
Un hombre de tal Virtud
funde los Diez Mil Seres
en su Unidad primera.
Y aunque el mundo se lo exija,
¿cómo va él a dignarse
gobernar sobre la tierra?
A un hombre así nada puede herirle.
Aunque las olas lleguen al Cielo,
él no se ahogaría.
Aunque por una gran sequía
se disuelvan piedras y metales,
se calcinen tierras y montañas,
las llamas no le alcanzarían.
Tan sólo de su cuerpo convertido en polvo
los grandes Yao y Shun renacerían.
¡Para qué iba él a ocuparse
de las cosas del mundo!".

Como aquel hombre de ong
que quiso vender sombreros en la ciudad de Yue.
Pero sus habitantes, de cabeza rapada
y cuerpo tatuado, no los necesitaban.
O como Yao, que instauró el orden
y la paz por todas partes,
y cuando visitó a los Cuatro Sabios
del Monte Gushe, al norte del río Fen,
olvidó su imperio para siempre.

III

Hui Zi dijo a Zhuang Zi:
"El rey de Wei me dio una semilla de calabaza.
Cuando ésta creció, era tan enorme
que no servía ni de cántaro para agua:
¡imposible levantarla!
La partí para hacer cazos,
pero incluso éstos resultaban demasiado grandes.
Así que la rompí en pedazitos".

Zhuang Zi respondió:
"No sabes hacer uso de lo grande.
Un hombre de Song inventó un bálsamo para manos cortadas.
Por generaciones, su familia lavaba y blanqueaba la seda.
Un forastero se interesó por la receta
y le ofreció cien piezas de oro.
El inventor dijo a su familia:
"Desde hace años, lavando seda
no ganamos apenas unas monedas
y en sólo una mañana podemos ganar cien piezas de oro.
¡Vamos pues a venderla!".
El forastero, después de adquirirla,
se la ofreció al rey de Wu;
éste, agradecido, le nombró general
de la flota contra Yue.
En pleno invierno consiguió una victoria
y como recompensa obtuvo un feudo.
El bálsamo para no agrietarse las manos,
a uno le sirvió para lavar la seda,
a otro para obtener un feudo.
Todo depende de la utilidad que se le dé.
Esa enorme calabaza que tenías,
en lugar de quejarte de sus defectos,
¿por qué no la usaste como balsa
para navegar por lagos y por ríos?
¡Desde luego que eres obtuso!".

Hui Zi dijo:
"Tengo un gran arbol al que llaman ailanto,
de tan nudoso tronco y ramas tan retorcidas,
que escuadra, cuerda y compás no pueden medirlo.
Se yergue al borde del camino,
pero a ningún carpintero le interesa.
Igual que tus palabras, ¡tan grandes,
tan inútiles, que no sirven para nada!".
A lo que Zhuang Zi respondió:
"¿No has visto a la comadreja
cómo se agacha y se encorva
para atrapar a su presa?
¿Cómo salta hacia el este y el oeste,
hacia arriba y hacia abajo,
aunque un día caiga en la trampa
y acabe por morir en la red?
En cambio ese yak,
tan grande como una nube
que cubre los confines del cielo,
incapaz es de atrapar un ratón.
Este árbol, del que lamentas su inutilidad,
¿por qué no lo plantas en las extensas
llanuras de la nada?
Paséate bajo él y duerme bajo su sombra.
Nunca conocerá los golpes del hacha
ni sufrirá daño alguno.
Su estado es lo inútil.
¿Qué podría entonces perturbarlo?".


Los Capítulos Interiores de Zhuang Zi
Pilar González España y Jean Claude Pastor-Ferrer

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