Salomón dijo: "Pero regresé y consideré a todos los oprimidos que existen [lit., se hacen] bajo el sol; y contemplé las lágrimas de los oprimidos que no tenían quien los consolara" [Ecles. 4: 1].
¿Realmente fue capaz de ver a todos aquellos que estaban oprimidos? Desde luego que no; pero él se refería a los pequeños que fueron arrancados del pecho de sus madres. Ciertamente, seres así sufren opresión de todos lados, en las alturas en la esfera celestial, y abajo en la tierra. Los más oprimidos son aquellos que sufren por su herencia y de ellos está escrito: "Cirniéndose la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera o cuarta generación" [Éxodo 20: 5]
Consideren al niño nacido de la unión adúltera de un hombre y la mujer de su vecino que, oculta o abiertamente, se ha robado; el Ser Supremo, bendito sea, seguramente le dará un cuerpo y forma a aquel niño, y luego en verdad es "un oprimido al que se hace tal", es decir, a pesar del Todopoderoso. Reflexionando a este respecto, Salomón dijo: Considero a la adolorida descendencia de estos desafortunados oprimidos que han' sido "hechos" tales, y las lágrimas que derraman ante el Ser Supremo, bendito sea. Sollozando, llevan su lamento ante él: Cierto es que todo aquel que peque debe morir. Pero, Rey del universo, un niño de un día de nacido, ¿ deberá acaso ser juzgado? Estas son "las lágrimas de los oprimidos que no tenían quien los consolara".
Todos derramaron lágrimas, aunque entre ellos había diferencias. Uno, por ejemplo, es un hijo concebido en incesto. Inmediatamente, al venir al mundo, se le rechaza de la comunidad de la gente santa y el infeliz bastardo derrama lágrimas y gime ante el Ser Supremo, bendito sea: ¡Señor del mundo! Si aquellos que me concibieron cometieron pecado, ¿cuál es mi culpa? Si yo he buscado siempre hacer el bien ante tus ojos.
Pero más dolorosa es la pena que rodea a aquellos "oprimidos" que son arrancados del pecho de sus madres. Por ellos, en verdad, llora el mundo entero; las lágrimas de estos pequeños no tienen igual, sus lágrimas provienen de los más profundos y recónditos lugares del corazón, y el mundo entero queda perplejo y dice: Eternamente justos son los juicios del Ser Supremo, bendito sea, y todos sus caminos son los caminos de la verdad. Sin embargo, ¿es necesario que estos infelices infantes mueran cuando están libres de pecado y de culpa? En esto, ¿dónde se encuentra el justo y buen juicio del Señor del mundo? Si son los pecados de los padres lo que constituye la causa de su muerte, entonces ciertamente "no tenían quien los consolara".
Pero, en realidad, las lágrimas derramadas por estos "oprimidos" actúan como una petición y protección para los vivos y merced a su inocencia y la eficacia de su intercesión, a su debido tiempo se prepara un sitio para ellos, uno que no puede ser conseguido u ocupado ni por el más probo de los hombres; pues el Ser Supremo, bendito sea, realmente ama a estos pequeñitos con un amor único y sobresaliente. Los une a él y les prepara un lugar en las alturas cerca de él. Y de éstos está escrito: "De las bocas de los niños de pecho has sacado fuerza" [Salmos 8: 3].
Zohar, Libro del esplendor
Selección y edición de Gershom Scholem