Ahora es el día en que Nuestro Padre el Gran Verdadero Hombre, que fue pisoteado, está llegando aquí, a esta tierra de Yucalpetén, y va a convocar a los Príncipes para que los Príncipes vengan a convocar a sus pueblos, en nombre de Nuestro Padre, el Gran Verdadero Hombre.
—Por ventura, ¿sois Príncipes vosotros?
—Nosotros lo somos, Padre —responden ellos.
—Hijos míos, si sois vosotros Hombres Verdaderos de esta tierra —les dirá— id a coger al Tigre que vuela, y venid a dármelo a comer. Ponedle muy bien puestas sus gargantillas y muy bien puesto su penacho, y venid a dármelo a comer. Id muy deprisa y muy ahora mismo venid. Hijos, tengo mucho apetito de comerlo. Vosotros, hijos míos, vosotros que sois Verdaderos Hombres.
Los que no saben, pobres de su entendimiento y de su vista, ¡ay! nada dicen. El que sabe, alegremente va a buscar al Tigre Volador. Y entonces, viene con él.
—¿Tú eres, hijo mío?
—Yo soy, Padre.
—¿Tú eres noble, hijo de nobles, hijo mío?
—Yo lo soy, Padre.
—¿Qué es de tus compañeros, hijo mío?
—Padre, están en el monte buscando al tigre. «No hay tigre», decían, ¡y entonces el tigre estaba pasando por delante de ellos!
He aquí el tigre que le pedía: el caballo del Gobernador, el que quiere comerse al caballo flaco. Las gargantillas son los cascabeles, el penacho es el mantillo rojo, muy bien puesto con la silla, y con el freno. Habla figurada.
Los libros de Chilam Balam