Páginas

Zohar - El árbol de la vida



Zohar - El árbol de la vida


Nótese lo siguiente: Dios, cuando hizo al hombre y lo vistió con grandes honores, le indicó que se uniera a él para ser único y de un solo corazón, unido al Uno por el lazo de la fe de un solo propósito que ata todo. Pero más tarde, los hombres abandonaron el camino de la fe y dejaron atrás el árbol singular que sobresale en lo alto sobre todos los árboles, y se adhirió al lugar que constantemente cambia de un tono a otro, del bien al mal y del mal al bien, y descendieron desde arriba y se adhirieron abajo a lo incierto y abandonaron al ser supremo que no cambia. Así fue que sus corazones, cambiando del bien al mal, provocaron el merecimiento de misericordia a veces y castigo otras, dependiendo de a qué se habían unido.

El Ser Supremo, bendito sea, habló: Hombre, a la vida has abandonado y a la muerte tú te has unido; verdaderamente, la muerte te espera. Y así el decreto fue la muerte para él y para todo el mundo.

Pero si Adán transgredió, ¿en qué pecó el resto del mundo? Sabemos que todas las criaturas no comieron del fruto prohibido, claro que no. Pero fue de este modo: cuando el hombre se irguió, todas las criaturas, contemplándolo, fueron invadidas de temor de él y como esclavos lo siguieron. Y entonces, cuando él los llamó: Vengan, inclinémonos ante el Señor que nos hizo, ellos lo imitaron. Pero ,cuando ellos lo observaron haciendo reverencia al otro lugar, adhiriéndose a él, una vez más, ellos hicieron lo mismo y de esta guisa él trajo a la muerte para sí mismo y para todo el mundo.

Así Adán fue de un lado al otro, de un tono a otro, del bien al mal, del mal al bien, de la agitación al descanso, del juicio a la misericordia, de la vida a la muerte: nunca perseveró en una sola cosa, por el efecto de ese lugar, que por eso se conoce como "la espada flamígera que viraba hacia todos lados" [Gen. 3: 24], de esta dirección a aquélla, del bien al mal, de la misericordia al juicio, de la paz a la guerra.

Pero el Rey supremo, por compasión por sus propias obras, les dio advertencia y dijo: "Del árbol del conocimiento del bien y del mal, no has de comer" [Gen. 2: 17]. Desobedeciendo el hombre, hizo lo que su mujer y fue desterrado para siempre, ya que una mujer puede venir a este lugar, pero no más allá y por su causa se decretó la muerte para todos. Pero en el tiempo por venir, "los días de mi pueblo serán como los días del árbol" [Isa. 65: 22], como ese árbol singular de cuya existencia estamos enterados. Respecto de ese tiempo está escrito: "El tragará a la muerte para siempre; y el Señor Dios secará las lágrimas de todos los rostros" [íbid. 25: 8].


Gershom Scholem, Zohar, El libro del Esplendor