El Rabino Simeón alzó los ojos, vio al Rabino Isaac y, ante él, corriendo y bailando, al Ángel de la Muerte; el Rabino Simeón fue hasta la puerta caminando y, tomando al Rabino Isaac de la mano, le dijo: Declaro que aquél que suela entrar, entre, y aquél que no, no entre. Luego, el Rabino lsaac y el Rabino Judah entraron, y el Ángel de la Muerte se mantuvo afuera.
Zohar, El libro del esplendor – Moisés de León