El Bienaventurado Señor dijo:
1-3. ¡Oh, Bharata! El tesoro del hombre
dotado de naturaleza divina es el siguiente: intrepidez, pureza, constancia en
el yoga del conocimiento, bondad, dominio de sí, resignación, conocimiento de
los libros sagrados, templanza, dulzura, rectitud, benevolencia, sinceridad,
santidad, abnegación, tranquilidad, carencia de conocimiento destructor, caridad,
largueza, mansedumbre, modestia, inmutabilidad, fuerza, misericordia,
paciencia, sencillez, generosidad.
4. Por el contrario, ¡oh, Partha!, los
atributos del hombre dotado de naturaleza demoníaca son: orgullo, pedantería,
soberbia, cólera, maldad e ignorancia.
5. Los dones divinos originan la liberación;
los males demoníacos, la esclavitud. Mas, ¡oh, hijo de Pandu!, no tienes por
qué entristecerte, pues tu naturaleza es divina.
6. Dos clases de seres existen en el mundo:
los divinos y los demoníacos. Yo ya he descrito, ¡oh, Partha!, con profusión la
naturaleza divina. Ahora te expondré la demoníaca.
7. Los hombres demoníacos carecen del
conocimiento de la acción y de la inacción. No conocen la verdad, la obra pura
ni el cumplimiento recto.
8. Para ellos el mundo existe sin Dios. No
hay nada verdadero y todo se origina por una mutua concatenación, por el deseo,
única causa existente; para ellos el mundo es producto del azar.
9-20. Los hombres demoníacos, con esta falsa
concepción del mundo pierden su alma y su razón y son el instrumento de una
actuación violenta, dura, demoníaca, destructora, semilla de violencia y de
maldad. Llenos de un deseo inagotable, orgullosos y soberbios, estas almas
descarriadas persisten en su error y no cesan hasta conseguir los profanos
deseos que han surgido en ellos. Para ellos el deseo y el placer son el único
objeto de la vida; la ansiedad y los deseos insaciables y desmedidos hacen
presa en ellos hasta que mueren. Como están rodeados por centenares de cadenas,
llenos de cólera y avaricia, corriendo continuamente para conseguir injustos
beneficios que den satisfacción a su placer y les sirvan de regocijo, conciben
estos pensamientos: «Hoy he saciado tal deseo; mañana saciaré otro; hoy tengo
tanto dinero, mañana tendré más; he matado este enemigo mío, mañana mataré
otros. Soy dominador y rey de los hombres. Soy perfecto, fuerte, feliz,
dichoso. Entre los que gozan en el mundo, no hay nadie comparable conmigo. Soy
rico y de noble familia. Nadie puede comparárseme. Por lo tanto, estoy lleno de
alegría y de regocijo». Se precipitan en el horror de su propio vicio, llenos
como están de múltiples egoísmos y entregados únicamente a conseguir la
realización de sus deseos. Sacrifican y regalan no con un espíritu de caridad,
sino por vana ostentación, por soberbia y guiados por un orgullo vacío y
estúpido. Odian, menosprecian y quieren abatir al Dios que se oculta en ellos,
guiados por el espejismo de su fuerza y su poder, por la violencia de su cólera
y su orgullo, pero Yo hago renacer constantemente con nuevas existencias
demoníacas a estos seres soberbios llenos de odio hacia Dios, malvados, faltos
de caridad y que son los seres más despreciables de la Tierra. Renaciendo en
nuevos seres demoniacos nunca me encuentran y vagan enlodados en la más abyecta
naturaleza de un alma.
21. Tres son las causas que destruyen un
alma: el deseo, la cólera y la codicia. Deben evitarse por todos los medios.
22. Quien ha rechazado, ¡oh, Kaunteya!, estas
tres causas, alcanza el Supremo Bien y la más alta felicidad.
23. Por el contrario, quien no cumple las
reglas prescritas por la más alta sabiduría y solamente quiere satisfacer sus
deseos, no alcanzará nunca ni la perfección ni la felicidad, ni llevará su alma
al estado más elevado.
24. Así pues, en todo momento debe atenerse a
la Suprema Sabiduría y determinar conforme a ella lo que debe hacerse y lo que
hay que evitar. Tu actividad en el mundo debe regirse por las reglas de la
Suprema Sabiduría.
Bhagavad-Gita, capítulo XVI