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Zhuang zi - El valor de la inutilidad
Ziqi de Nanbo paseaba por la colina de Shang
cuando vio un gran árbol fuera de lo común.
Mil carros podrían guarecerse bajo su sombra.
"¿Qué árbol es éste? -preguntó Ziqi-,
debe tener alguna cualidad extraordinaria".
Al levantar la cabeza
vio sus ramas finas y retorcidas,
inadecuadas para hacer vigas.
Al bajar la cabeza,
vio su tronco nudoso y agrietado,
inadecuado para hacer ataúdes.
Al mascar sus hojas,
se le quemó la lengua.
Al olerlas,
se embriagó y enloqueció durante tres días.
"Su madera es inservible,
por eso ha llegado a ser tan grande -dijo Ziqi-.
¡Ah, por eso el más divino de los hombres
es todo él materia inservible!".
En Jingshi, en el país de Song,
crecen bien las catalpas, cipreses y moreras,
Pero cuando éstos alcanzan el tamaño suficiente
para que dos manos puedan abarcarlos,
son cortados para hacer estacas de amarrar monos.
Cuando sus troncos miden tres o cuatro palmos,
son talados para hacer bellas y altas vigas.
Y cuando sus troncos alcanzan los siete u ocho palmos,
los nobles y los ricos comerciantes
los mandan cortar para hacer sus ataúdes.
Por eso no acaban sus días asignados por el Cielo.
Antes de tiempo abatidos por el hacha:
es el precio que pagan por ser útiles.
En los sacrificios al dios del río,
se prohibía que los bueyes de frente blanca,
los cerdos de morro retorcido
y los hombres con hemorroides
fueran arrojados al río.
Lo que para los chamanes eran signos de mal augurio,
para el Hombre Divino eran signos favorables.
Zhuang zi, capítulo IV
Versión de Pilar González España y Jean Claude Pastor-Ferrer