Zhuang Zi - Capítulos interiores 4

Capítulo IV
MUNDO DE HOMBRES



I

Con el fin de viajar, Yan Hui
pidió permiso a Confucio.
"¿Dónde vas?" -preguntó el Maestro.
"Al país de Wei" - contestó Hui.
"¿Y que harás allí?".
"He oído decir que el prícipe es joven en edad
e irresponsable en actos,
gobierna el país a la ligera
y no reconoce sus defectos;
descuida tanto la vida de sus hombres
que los cadáveres cubren el país
como la hierba seca cubre una tierra desolada.
El pueblo ya no sabe qué hacer.
Yo, Hui, he oído que decías:
"Ignora los países bien gobernados
y acude a los turbulentos.
En las puertas del médico
se amontonan los enfermos".
Inspirado por estas palabras,
espero encontrar remedio para salvar el país".

Y Confucio respondió:
"¡Ah! ¡Temo que vayas hacia tu propia ejecución!
La intromisión es contraria al Tao.
La intromisión engendra lo múltiple,
lo múltiple engendra la confusión,
la confusión engendra la desgracia,
y la desgracia es sin retorno.
En la Antigüedad, el hombre Supremo,
antes de ayudar a los otros,
buscaba su propia firmeza.
Si tu vida aún no está firme,
¿cómo vas a poder ocuparte de un tirano?

Además, ¿sabes tú lo que disipa la Virtud,
lo que origina el saber?
La Virtud se disipa por la fama,
el saber nace por las luchas.
La fama es rivalidad.
El saber es su instrumento de combate.
Fama y saber: armas funestas
que no sirven en la perfecta conducta.

Una virtud extremada, una sinceridad absoluta,
no siempre penetran en el carácter de un hombre;
no luchar por la fama o el renombre
no siempre influye en su corazón.
Y si frente al tirano te jactases
usando en exceso de palabras como benevolencia o deber,
no harías más que oponer tu belleza a su fealdad.
Y serás llamado "el que trae la desgracia".
Y al que trae la desgracia,
las desgracias le llegan.
¡Te veo en peligro!
Si el prícipe de Wei amara a los sabios
y detestara a los necios,
¿de qué serviría intentar distinguirte?
Mejor abstenerte de persuadirlo.
El peso de su autoridad
se impondrá sobre ti:
deslumbrará tus ojos,
empalidecerá tu rostro,
hará que tus palabras se confundan,
que tu mente se trastoque.
Pretendes apagar con fuego un incendio,
remediar con agua una inundación.
A esto se le llama "ir de mal en peor".
Quien desde el principio obedece,
ya no puede dejar de obedecer.
Temo que él no crea en tus palabras
que mueras en manos del tirano.

Así, en la Antigüedad,
Guan Longfeng, muerto por Jie,
y Bigan, muerto por Zhou,
siguieron una intachable conducta
sosteniendo a su pueblo,
oponiéndose a sus superiores.
Por sus cualidades, los príncipes
se deshicieron de ellos.
Esto es lo que ocurre a quienes buscan la fama.

Así Yao atacó Congzhi y Xu Ao,
Yu atacó Youhu:
estados derruídos, espíritus errantes,
prícipes castigados y ejecutados.
Empuñaron sin tregua las armas
con un ansia insaciable de triunfo.
Estos hombres buscaban la fama y las riquezas.
¿Eres tú el único en ignorarlas?
Fama y riquezas tentaron incluso al hombre Santo,
¿te crees tú mejor que él?
Pero supongo que algo tendrás pensado:
me gustaría conocer tu plan".

Yan Hui respondió:
"Seré irreprochable y humilde,
íntegro y voluntarioso.
¿Es esto lo adecuado?".

"¡Oh, no! - dijo Confucio -,
esto no serviría de nada.
El prícipe está lleno de altivez y suficiencia
y su temperamento es caprichoso.
El hombre común nunca se le opone.
Desoye los consejos de los otros
para seguir así su propia voluntad.
Si las pequeñas virtudes cotidianas
no germinan en él,
¡cuánto menos la suprema Virtud!
Es un hombre obstinado y nunca cambiará.
Exteriormente conciliador,
pero interiormente insensible.
¿Qué conseguirías con ello?"

"En ese caso, interiormente seré recto,
exteriormente flexible.
Actuaré conforme a los Antiguos.
Quien es recto en su interior,
sigue el camino del Cielo,
sabe que, al igual que el príncipe,
del Cielo él también será el hijo.
¡Para qué iba yo a esperar la alabanza
o la crítica de los hombres!
Ser como un niño,
a eso se le llama "seguir el camino del Cielo".
El que exteriormente se doblega
sigue el camino de los hombres.
Arrodillarse, levantar las manos,
juntarlas, inclinarse...
es el ritual entre súbditos y prícipes.
¿Por qué habría de ser yo una excepción?
Haciendo lo que los otros hacen,
nadie encontrará falla en mí.
Esto es lo que se llama
"seguir el camino de los hombres".
Y si actúo conforme a los Antiguos,
les seguiré a ellos, y sus palabras,
que no son sino críticas y preceptos,
serán las palabras de los Antiguos
pero no las mías. Así, pues,
nadie podrá echarme en cara mi franqueza.
Esto es lo que se llama
"seguir el camino de los Antiguos".
¿Podré lograrlo de ese modo?".

Confucio respondió:
"¡Demasiada tontería y poco rigor!".
Aunque te comportaras como un estúpido,
quizá salieras indemne.
Pero ¿cómo ibas a poder cambiar a este príncipe,
teniendo sólo a tu corazón por maestro?".

"Pues ya no tengo más propuestas - dijo Yan Hui -.
¿Cuál sería entonces la manera correcta?".
"Guarda abstinencia y yo te lo diré.
Actuar conforme al corazón
¿no es algo demasiado fácil?
Quien sigue la facilidad
se opone a la lucidez del Cielo".

"Yo, Hui, soy de familia pobre.
Desde hace meses no he probado
ni el vino ni la carne.
¿Es esto una abstinencia?".

"No -respondió Confucio -.
Es una abstinencia ritual,
pero no del corazón".

"¿Y qué es una abstinencia del corazón?" - preguntó Hui.

"Unifica tu voluntad.
No oigas con tus oídos,
oye con tu corazón.
No oigas con tu corazón,
oye con el soplo vital.
El oído se limita a oír,
el corazón, a corresponderse con las cosas.
En cuanto al soplo,
su vacío acoge a la totalidad de los seres.
Solamente el Tao se posa en lo vacío.
El Gran Vacío es la abstinencia del Corazón".

Yan Hui respondió:
"Antes de comprender Aquello que todo lo hace,
yo era Hui,
pero habiéndolo comprendido,
ya nunca lo he sido.
¿Es esto lo que se entiende por vacío?".

"Exacto - dijo Confucio -, escucha:
eres perfectamente capaz de entrar en esa jaula,
pero evita buscar la fama.
Cuando tus palabras hallen entrada,
canta como los pájaros.
Cuando no la hallen, desiste.
Sin puertas no hay peligros.
Habita la Unidad,
obra lo inevitable,
y estará muy cerca del umbral.

Fácil es no dejar huellas,
difícil caminar sin pisar el suelo.
Fácil es imitar lo que hace un hombre.
Difícil imitar lo que hace el Cielo.
Hemos oído que los seres alados vuelan,
pero no que se pueda volar sin alas.
Hemos oído que el que sabe tiene inteligencia,
pero no que sin inteligencia se pueda saber.
Contemplar ese lugar donde la nada habita.
Misteriosa habitación vacía: allí nace la luz,
allí la calma y la felicidad reinan.
Allí moverse es como "galopar en posición sentada".
Si consigues ver y escuchar hacia dentro de ti mismo,
y hacia afuera de ti mismo expulsas el saber, el pensamiento,
los demonios y los espíritus atraídos
vendrán a morar en ti,
¡y cuánto más los hombres!
Ésa es la transformación de los Diez Mil Seres.
Ése es el centro secreto de Yao y de Shun.
Ésa es la conducta final de Fu Xi y de Ji Qu.
Y así debería ser la de todos los hombres".


II

Zigao, señor de She, enviado en misión a Qi,
se dirigió así a Confucio:
"El rey me ha encomendado una importante misión
en el reino de Qi.
Allí los emisarios son tratados con gran respeto,
pero tardan en acceder a sus demandas.
Si resulta vano meter prisas a un hombre cualquiera,
¡cuánto más a un señor feudal!
Todo esto es muy incómodo para mí.
una vez me dijiste:
"Raros son los asuntos, grandes o pequeños,
que sin el Tao puedan felizmente cumplirse.
Si fracasamos,
sufriremos el castigo del Tao de los Hombres.
Si tenemos éxito,
sufriremos el desequilibrio del Yin y del Yang.
Sólo el hombre de Virtud conoce el éxito y el fracaso,
sin que el desequilibrio o la desgracia puedan turbarle".

Yo soy sencillo y simple en mis comidas,
y nunca he necesitado tomar nada refrescante.
Al amanecer fué cuando recibí la orden
y ya por la noche tuve que beber agua helada.
¡Tenía fiebre en mi interior!
Antes de cumplir mi misión,
ya siento el desequilibrio del Yin y del Yang.
Y si fracaso sufriré además
el castigo del Tao de los hombres.
Doble es mi pena.
Como ministro, no puedo asumir esta misión.
Desearía escuchar tu consejo".
Y Confucio respondió:
"Este mundo lo gobiernan dos grandes principios:
el Decreto y el Deber.
El amor filial es un Decreto celeste,
no se puede arrancar del corazón.
Servir al soberano es un Deber de justicia,
dondequiera que uno vaya, el soberano es soberano.
No hay lugar entre Cielo y Tierra
para sustraerse a estos dos principios.
Servir serenamente a sus padres dondequiera que estén
es la Piedad filial suprema.
Servir serenamente al soberano en todo lo que decida
es la Lealtad suprema.
Servir al corazón sin pena ni alegría,
conocer lo ineluctable y seguir nuestro Decreto,
es la Virtud suprema.
Como hijo o como ministro,
lo inevitable se impone.
Si actúas según las circunstancias
y olvidas tu propia persona,
¿acaso habrá lugar para preocuparse por la vida,
o intentar zafarse de la muerte?
Obra así y todo irá bien.
Déjame repetirte lo que he oído:
Para los que están cerca de ti,
usa la confianza.
Para los que están lejos,
usa la lealtad en tus palabras.
Transmitir las palabras puede agradar
o disgustar a ambas partes,
y eso es lo más difícil del mundo.
Para agradar,
se necesitan exagerados cumplidos.
Para disgustar,
se necesitan exagerados insultos.
Cualquier exageración es falsa,
no inspira confianza
y el mensajero está en peligro.
Así dice un proverbio:
"Transmite la normalidad de los hechos,
no transmitas nada exagerado
y así permanecerás a salvo".

Cuando compiten dos luchadores,
comienzan noblemente pero acaban con bajeza.
Si van demasiado lejos, los golpes bajos aumentan.
Los que beben en un banquete
comienzan con moderación pero acaban con desenfreno.
Si van demasiado lejos, su agitación también aumenta.
Así todas las cosas: el principio es cortés,
el final es vulgar.
Se comienza con sencillez
y se acaba en la desmesura.
Las palabras son olas y viento.
Pérdidas o ganancias, los actos.
Olas y viento se levantan fácilmente.
Pérdidas y ganancias fácilmente nos acosan.
Palabras pérfidas y frases extremadas
son el único origen de la cólera.
El animal que muere no elige su grito.
El odio inflamado en su pecho
despierta el odio del que lo ha cazado.
Cuando uno se excede en exigencia,
el otro responde con contrariedad.
Si uno ignora su propia reacción,
¿cómo va a prever cuál es el fin?
Un antiguo proverbio dice:
"No te apartes de las órdenes,
no te empeñes en el éxito.
Sobrepasar la medida es excederse".
Si te apartas de las órdenes
y te empeñas en el éxito,
vas directo hacia el peligro.
Lo bien hecho necesita tiempo.
Lo mal hecho es irreversible.
¿Cómo no ser prudente?

Deja que tu corazón libre
vague entre las cosas;
entrégate a lo inevitable
y nutre tu propio centro:
es la más alta perfección.
¿Para qué obrar buscando recompensa?
Obedece tan sólo las órdenes.
Ahí reside la mayor dificultad".


III

Yan He, al ser nombrado preceptor
del hijo heredero del conde Ling de Wei,
fue a consultar a Qu Boyu:
"Supongamos que él sea un hombre sin Virtud.
Si no hago nada al respecto,
pondrá al país en peligro.
Si me entrometo,
seré yo quien esté en peligro.
Su sabiduría alcanza a conocer
los defectos de los hombres,
pero no sus causas.
¿Qué puedo hacer con un hombre así?".

"Buena pregunta -contestó Qu Boyu-.
¡Estate alerta! ¡Ponte en guardia
y rectifica tu propia persona!
En tu exterior aparenta intimidad.
En tu interior establece la armonía.
Aunque estas dos actitudes entrañan un peligro.
¡No caigas en su intimidad!
¡Que no se transparente tu armonía!
Pues si caes en su intimidad
serás derrumbado, abatido, arruinado, exterminado.
Y si dejas ver tu armonía,
serás acusado, criticado, deshonrado y maldito.
Cuando se comporte como un niño,
sé tú con él un niño.
Cuando salte las barreras,
sáltalas tú también.
Cuando no ponga límites a su conducta,
no las pongas tú tampoco.
Y una vez que le hayas sondeado,
entra en él por donde no haya peligro.

¿No conoces tú la historia de la mantis religiosa?
En medio de un camino agitaba sus patas
con el fin de parar las ruedas de un carro.
Creyendo demasiado en sus capacidades,
ignoraba su impotencia.
¡Estate alerta y ten cuidado!
Si te jactas de tus méritos,
le ofenderás y estarás en peligro.

¿Sabes tú lo que hace el criador de tigres?
No les da de comer animales vivos,
para no animar su instinto asesino,
No les da de comer animales enteros,
para no despertar sus ansias de descuartizar.
Conoce el secreto de la ferocidad,
porque sabe cuándo están saciados o hambrientos.
Los tigres, aunque diferentes de los hombres,
respetan al criador que se adapta a su naturaleza
pero matan al que se les oponga.

Un hombre amaba tanto a sus caballos,
que recogía sus excrementos en un cesto
y su orina en una concha.
pero un día, sobre un caballo se posó un mosquito,
y el hombre lo cazó a contratiempo.
El animal asustado rompió los frenos
y de una coz le partió el pecho y el cráneo.
La intención del hombre era buena,
pero su amor le perdió.
¡Nunca se es lo bastante prudente!".


IV

El carpintero Shi, de camino hacia el reino de Qi,
llegó a Quyuan y vio un roble,
dios sagrado de aquellas tierras.
Tan inmenso, que podía dar sombra
a varios miles de bueyes,
y su tronco medía unos cien palmos.
Su altura rondaba la de una montaña
y sus primeras ramas brotaban
a veinticinco metros del suelo.
Con sólo diez de ellas
hubieran podido constuirse barcas.
Oleadas de gente se amontonaban en torno a él
para admirarlo.
El carpintero Shi, sin detenerse a mirar,
continuó su camino.
Su aprendiz, después de contemplarlo,
se aproximó a Shi y le dijo:

"Maestro, desde que manejo el hacha bajo tus órdenes,
no he visto nunca un árbol tan bueno como éste.
¿Por qué continúas tu camino
sin dignarte siquiera mirarlo?".

"¡Ya está bien, calla! -dijo el carpintero -.
¿No ves que su madera es inútil?
¡Haz barcos con ella y se hundirán!
¡Haz ataúdes y se pudrirán!
¡Haz herramientas y se romperán rápidamente!
¡Haz vigas y pilares y los devorará la carcoma!
¡Haz puertas y ventanas y rezumarán resina!
Su madera es inservible y no vale para nada:
por eso ha durado tanto tiempo".

Cuando regresó a su casa,
el carpintero soñó que el roble le decía:
"¿Con qué me has comparado?,
¿con los árboles nobles?
A los acerolos, perales, naranjos,
pomelos y otros árboles,
cuando sus frutos están maduros,
los despojan, los ultrajan,
rompen sus grandes ramas
y las pequeñas las arrancan.
Su propia utilidad daña su vida,
muriendo en pleno vigor sin acabar
sus días por el Cielo decretados.
Víctimas de sí mismos y víctimas del mundo.
Ésa es la suerte de todas las cosas.
En cuanto a mí, desde hace tiempo aspiro a ser inútil,
y ahora, ya cerca de mi muerte,
por fin lo he logrado: ésa es mi gran utilidad.
Siendo útil, ¿habría durado tanto tiempo?
Además, tú y yo somos seres.
¿Cómo puede uno juzgar a otro?
Hombre inútil condenado a la muerte,
¿qué sabrás tú de árboles inútiles?".

Al despertar, el carpintero relató su sueño.
El aprendiz le preguntó:
"Si aspira a ser inútil,
¿por qué es un árbol sagrado?".

"¡Calla! ¡No digas nada más!
Él tan sólo desempeña su papel
ante los que no le comprenden.
Si no se le considerara árbol sagrado,
¿no habría sido abatido?
Se protege de manera diferente a los demás.
Y usar del sentido común para juzgarlo,
¿no te parece un error?".


V

Ziqi de Nanbo paseaba por la colina de Shang
cuando vio un gran árbol fuera de lo común.
Mil carros podrían guarecerse bajo su sombra.
"¿Qué árbol es éste? -preguntó Ziqi-,
debe tener alguna cualidad extraordinaria".
Al levantar la cabeza
vio sus ramas finas y retorcidas,
inadecuadas para hacer vigas.
Al bajar la cabeza,
vio su tronco nudoso y agrietado,
inadecuado para hacer ataúdes.
Al mascar sus hojas,
se le quemó la lengua.
Al olerlas,
se embriagó y enloqueció durante tres días.

"Su madera es inservible,
por eso ha llegado a ser tan grande -dijo Ziqi-.
¡Ah, por eso el más divino de los hombres
es todo él materia inservible!".

En Jingshi, en el país de Song,
crecen bien las catalpas, cipreses y moreras,
Pero cuando éstos alcanzan el tamaño suficiente
para que dos manos puedan abarcarlos,
son cortados para hacer estacas de amarrar monos.
Cuando sus troncos miden tres o cuatro palmos,
son talados para hacer bellas y altas vigas.
Y cuando sus troncos alcanzan los siete u ocho palmos,
los nobles y los ricos comerciantes
los mandan cortar para hacer sus ataúdes.
Por eso no acaban sus días asignados por el Cielo.
Antes de tiempo abatidos por el hacha:
es el precio que pagan por ser útiles.

En los sacrificios al dios del río,
se prohibía que los bueyes de frente blanca,
los cerdos de morro retorcido
y los hombres con hemorroides
fueran arrojados al río.
Lo que para los chamanes eran signos de mal augurio,
para el Hombre Divino eran signos favorables.


VI

Zhili Shu, el contrahecho,
tenía el mentón a la altura del ombligo,
los hombros más altos que su cabeza,
su joroba apuntaba al cielo,
sus cinco vísceras estaban en lo alto del cuerpo
y sus nalgas a la altura del costado.
Lavando y remendando vestidos se ganaba su pan.
Aventando cereales podía alimentar a diez personas.
Cuando se reclutaban soldados,
él se paseaba tranquilo con las mangas remangadas.
Para los trabajos públicos,
siempre exento por enfermedad.
Y cuando se ayudaba a los enfermos,
él recibía tres raciones de grano y diez cargas de leña.
Si este hombre, deforme en su cuerpo,
se bastaba a sí mismo,
y pudo acabar los días que el Cielo le asignó,
¡cuánto más no conseguirá un deforme en la Virtud!


VII

Cuando Confucio estaba en el país de Chu
Jie Yu, el loco, pasó por su puerta y gritó:
"¡Oh! ¡Fénix! ¡Fénix!
¿Por qué declina la Virtud?
Inalcanzable es el porvenir.
Imposible retornar hacia el pasado.
Cuando el mundo posee el Tao,
el Santo se realiza en lo más alto.
Cuando el mundo pierde el Tao,
el Santo sólo sobrevive.
En nuestros tiempos, ya es bastante con librarse del castigo.

La felicidad es tan ligera como una pluma
y nadie puede sentir su peso.
La desgracia es tan pesada como la tierra
y nadie puede evitar pisarla.
¡Basta, basta!
¡No más Virtud que enderece a los hombres!
¡Cuidado!
¡Cuidado con mostrar a los demás
el camino que se debe seguir!
Zarzas, espinos,
¡no estorbéis mi camino!,
¡no estorbéis mis pasos!
Yo zigzageo y os evito".

Los árboles de la montaña
apelan a su propia destrucción.
Su resina alimenta el mismo fuego que los consume.
Talan el canelo por ser comestible.
Por ser útil talan el árbol del barniz.
Todos conocen la utilidad de lo útil.
Todos ignoran la utilidad de lo inútil.


Los Capítulos Interiores de Zhuang Zi
Pilar González España y Jean Claude Pastor-Ferrer

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