El peligro de ser útil


Tzu-ch’i de Nan-po estaba paseando por la Colina de Shang cuando vio un árbol enorme, diferente del resto. Mil carros con sus caballos podrían haberse refugiado bajo su copa y su sombra los habría cubierto a todos. Tzu-ch’i dijo: —¿Qué árbol es éste? ¡Ciertamente debe de tener alguna utilidad extraordinaria! Pero, al mirar hacia arriba, vio que las ramas más pequeñas estaban deformadas y torcidas, inservibles para vigas y machimbre, y al mirar más abajo, vio que el tronco estaba carcomido y podrido y no podía usarse para ataúdes. Al lamer una de sus hojas se le llagó e inflamó la boca. Aspiró su olor y era suficiente para dejar a un hombre borracho por tres días.

—Se convierte en un árbol completamente inutilizable —dijo Tzu-ch’i—, así es como ha podido llegar a semejante tamaño. ¡Ajá! ¡Es de esta inutilidad que se sirve el Hombre Santo! La región del Ching-shih en Sung es buena para cultivar catalpas, cipreses y moreras. Pero los que llegan a medir más de una o dos brazas de grosor son talados para la gente que quiere ramas para monos; las que superan las tres o cuatro se cortan para los postes de techos altos; y los de siete u ocho se talan para las familias de los nobles o de los ricos mercaderes que quieren laterales para sus ataúdes. Entonces nunca llegan a vivir los años que el Cielo les ha dado, sino que son cortados por hachas a mitad del viaje. Este es el peligro de ser útil. En el sacrificio Chieh, los bueyes con frentes blancas, los cerdos con los hocicos hacia arriba y los hombres con hemorroides no pueden convertirse en ofrenda para el río. Esto es algo que saben todos los chamanes, y por lo tanto son consideradas criaturas pocos propicias. Por la misma razón, el Hombre Santo las considera altamente auspiciosas.

Zhuang Zi
Capítulo 4