Salmo 42

Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios.

Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios?

Las lágrimas son mi único pan
de día y de noche,
mientras me preguntan sin cesar:
"¿Dónde está tu Dios"?

Al recordar el pasado,
me dejo llevar por la nostalgia:
¡cómo iba en medio de la multitud
y la guiaba hacia la Casa de Dios,
entre cantos de alegría y alabanza
en el júbilo de la fiesta!

¿Por qué te deprimes, alma mía?
¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias,
a él, que es mi salvación y mi Dios.

Mi alma está deprimida:
Por eso me acuerdo de ti,
desde la tierra del Jordán y el Hermón,
desde el monte Misar.

Un abismo llama a otro abismo,
con el estruendo de tus cataratas;
tus torrentes y tus olas
pasaron sobre mí.

De día, el Señor me dará su gracia;
y de noche, cantaré mi alabanza
al Dios de mi vida.

Diré a mi Dios:
"Mi Roca ¿por qué me has olvidado?
¿Por qué tendré que estar tan triste,
oprimido por mi enemigo?"

Mis huesos se quebrantan
por la burla de mis adversarios;
mientras me preguntan sin cesar:
"¿Dónde está tu Dios?"

¿Por qué te deprimes alma mía?
¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias,
a él, que es mi salvador y mi Dios.


Trad.: Armando Levoratti y Alfredo B. Trusso
Edición revisada 1991

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