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Naturalidad


El rayo y el trueno pueden ser imitados por címbalos y tambores, los cambios del viento y de la lluvia pueden conocerse por el ritmo de su sonido. Lo que es suficientemente grande para poder ser visto puede ser medido, lo que es suficientemente claro para poder ser visto puede ser disimulado. Los sonidos audibles pueden ser armonizados, las formas perceptibles pueden ser distinguidas.

Lo más grande no puede ser encerrado ni siquiera por el cielo y la tierra, lo más diminuto no puede ser visto ni siquiera por los espíritus. Cuando se llega al punto en donde puedes establecer divisiones de calendario, distinguir colores, diferenciar sonidos claros y oscuros, saborear gustos dulces y amargos, la simple totalidad es dividida hasta convertirse en específica instrumentalidad.

Cuando estableces la humanidad y el deber, y cultivas los ritos y las música, la virtud cambia para convertirse en artificio. Cuando las personas hacen una exhibición de conocimiento para apabullar al ignorante, y planifican argucias para atacar a los que están por encima, quedan los que pueden mantener el país, pero no hay nadie que pueda gobernarlo.

Cuanto más conocimiento y capacidad hay, más decae la virtud; así, las personas perfectas son puras y simples, sin inútil complejidad. El gobierno del pueblo perfecto no se afirma ni pone dificultades, no exhibe nada que desear. La mente y el espíritu están en calma, el cuerpo físico y la naturaleza esencial están en armonía. En reposo encarnan la virtud, en la acción triunfan mediante la razón. Siguiendo el Camino de la naturalidad, se centran en lo inevitable. Son serenos y espontáneos, y el país está en paz; son reservados y sin deseo, y el pueblo es simple de manera natural. No luchan con cólera, y los bienes materiales son suficientes. Quienes dan no consideran esa benevolencia, y quienes reciben no decaen. Las bendiciones les son devueltas, pero nadie lo considera un favor.

En lo que concierne a la explicación no hablada y al Camino inexpresado, si los comprendes, a esto se llama el almacén celestial. Puedes tomar de él sin disminuirlo, puedes recurrir a él sin agotarlo. Nadie sabe dónde está, pero cuando intentas extraer de él, produce. A esto se llama la luz resplandeciente; la luz resplandeciente es lo que da sustento a todos los seres.


Wen Tzu (atribuido a Lao Tse)
Versión de Thomas Cleary