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Zhuang zi - El ladrón Zhi




Uno de sus seguidores le preguntó al ladrón Zhi: ¿También los ladrones tenemos una doctrina?

Vayas donde vayas -le contestó el ladrón Zhi- siempre habrá una doctrina. Adivinar lo que se guarda en una casa, eso es sabiduría; ser el primero en entrar, valentía; ser el último en salir, justicia; saber si la acción es o no posible, inteligencia; repartir el botín equitativamente, benevolencia. Sin estas cinco cualidades, nadie en el mundo ha podido llegar a ser un gran ladrón.

De ahí se ve que un hombre bueno no puede mantenerse recto si no sigue la doctrina de los sabios, y que el ladrón Zhi no hubiera podido hacer lo que hizo si no hubiera seguido también la doctrina de los sabios. En el mundo pocos son los hombres buenos, y muchos los que no lo son, de ahí que poco sea el provecho que el sabio trae al mundo, y mucho el daño que le acarrea; aparece el sabio y tras él el ladrón. Solo derribando a los sabios y liberando a los ladrones, volverá a reinar el orden el el mundo.

Si los sabios no mueren, no dejará de haber ladrones. Confiar en los sabios para gobernar el mundo, es beneficiar generosamente a los ladrones Zhi.

Unos inventan los sistemas para medir y otros roban con esos mismos sistemas; unos fabrican pesas y balanzas para pesar, y los otros roban con pesas y balanzas; unos hacen sellos para dar garantías, y los otros roban con esos mismos sellos; unos preconizan benevolencia y justicia* para enmendar a los hombres, y los otros roban con benevolencia y justicia. ¿Cómo se sabe que esto es así? Quien roba una moneda sufre pena de muerte, quien roba un estado se convierte en un gran señor, y en las puertas de los señores verás escrito: “Benevolencia y Justicia”. 

¿No es ésto robar benevolentemente y justamente, y con sabiduría e inteligencia?

Y así ese beneficio a los ladrones Zhi y el nunca acabar de sus crímenes no es sino culpa de los sabios.

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*Benevolencia y Justicia, virtudes sistematizadas por los ru jia (doctores confucianos), contra los que va dirigido el panfleto.


Zhuang zi, libro X capítulo I
Los saqueadores