Buda - El elefante de seis colmillos



Buda - El elefante de seis colmillos
Estatua de Buda, detalle


Sucedió una vez que el Elegido-Buda nació como hijo de un elefante jefe de una manada de ocho mil elefantes reales, que vivían cerca de un gran lago en el Himalaya. En el medio de este lago había agua clara, y alrededor crecían mantos de nenúfares blancos y de colores, y campos de arroz, calabazas, caña de azúcar y llantén; estaba rodeado de un bosque de bambúes y por un anillo de grandes montañas. En la esquina nordeste del lago crecía un gomero gigante, y en el lado oeste había una enorme cueva dorada. En la estación de las lluvias los elefantes vivían en la cueva, y durante la estación cálida merodeaban bajo las ramas del gomero para disfrutar de la sombra fresca. Un día el Elegido-Buda con sus dos esposas fueron a un pequeño bosque de árboles sal, y él golpeó uno de esos árboles con su cabeza de tal modo que una lluvia de hojas secas, ramitas y hormigas rojas cayeron sobre el lado de donde venía el viento, donde estaba su esposa Chullasubhadda, y una lluvia de hojas verdes y flores del otro lado, donde estaba su otra esposa, Mahasubhadda. En otra ocasión un elefante trajo un loto de siete pétalos al Elegido-Buda, y él lo recibió y lo entregó a Mahasubhadda. Por estas cosas Chullasubhadda se ofendió y sintió rencor hacia el Gran Ser. Así un día cuando él había preparado una ofrenda de frutas y flores, y estaba recibiendo a quinientos budas de bajo rango, Chullasubhadda también hizo ofrendas, y les rogó renacer como hija de un rey y convertirse en reina consorte del rey de Benarés, y así tener el poder de hacer que el rey enviara un cazador con una flecha envenenada para herir y matar ese elefante. Entonces ella se murió de pena. En su debido momento sus malvados deseos se cumplieron, y ella se convirtió en la esposa favorita del rey de Benarés, querida y agradable a sus ojos. Ella recordaba sus vidas pasadas, y se dijo a sí misma que ahora se haría traer los colmillos del elefante. Entonces se fue a la cama y fingió estar muy enferma. Cuando el rey oyó esto fue a su habitación y se sentó sobre la cama y le preguntó: «¿Por qué estás muriendo de pena, como una guirnalda de flores marchitas pisoteadas bajo un pie?» Ella contestó: «Es por un inalcanzable deseo.» Ante lo cual él prometió cumplir cualquier cosa que ella deseara. Así ella hizo convocar a todos los cazadores del reino, llegando a ser seis mil, y les dijo que había tenido un sueño de un magnífico elefante blanco de seis colmillos, y que si su deseo por los colmillos no era satisfecho ella moriría. Eligió uno de los cazadores, que era un tosco y no agraciado hombre, para hacer su trabajo, y le enseñó el camino al lago donde el Gran Ser vivía, prometiéndole una recompensa de cinco pueblos cuando recibiera los colmillos. Él se sintió muy temeroso por el desafío, pero finalmente consintió cuando ella le dijo que también había soñado que su deseo era cumplido. Ella le aprovisionó de armas y necesidades para el viaje, dándole un paracaídas de cuero para descender desde las colinas hasta el lago.

Él penetró más y más en la selva del Himalaya, mucho más allá de los sitios frecuentados por los hombres, superando increíbles dificultades, hasta que después de siete años, siete meses y siete días de fatigoso viaje se paró junto al gran gomero donde el Elegido-Buda y los otros elefantes vivían tan pacífica y confiadamente. Cavó un agujero en el suelo y, poniéndose las ropas amarillas de un ermitaño, se escondió en él, cubriéndolo y dejando sólo un pequeño espacio para su flecha. Cuando el Gran Ser pasó le disparó con una flecha envenenada, que lo volvió casi loco de enojo y pena. Y justo cuando iba a matar al malvado cazador notó sus ropas amarillas:

Emblema de santidad, semblante de sacerdote, 
Y considerado inviolable por los sabios.

Viendo estas ropas, el elefante herido recobró su autocontrol y preguntó al cazador cuál era la razón por la que lo mataba. El cazador le contó la historia del sueño de la reina de Benarés. El Gran Ser comprendió todo el asunto muy bien y permitió al cazador coger sus colmillos. Pero él era tan grande y el cazador tan torpe, que no los pudo cortar; sólo consiguió que el elefante sufriera un dolor insoportable y se llenara su boca de sangre. Entonces el elefante cogió la sierra con su propia trompa y los cortó y se los dio al cazador diciendo: «Los colmillos de la sabiduría son cien veces más preciados por mí que éstos, y con este acto muestro la razón de que tengo infinita omnisciencia.» También le dio al cazador poderes mágicos para volver a Benarés en siete días, y luego murió y fue quemado en una pira por los otros elefantes. El cazador llevó los colmillos a la reina y, evidentemente desaprobando su maldad ahora que él conocía su total significado, anunció que había matado al elefante hacia el que ella sentía rencor por una ofensa frívola. «¿Está muerto?», ella gritó. Dándole los colmillos, el cazador respondió: «Descansa segura de que está muerto.» Cogiendo los hermosos colmillos sobre su regazo, ella observó esas señales de quien habían sido su querido señor en otra vida, y al mirarlos se llenó de pena inconsolable, y su corazón se rompió y murió ese mismo día.

Muchas épocas más tarde nació en Savatthi, y se convirtió en una monja. Un día fue con otras hermanas a oír la doctrina de Buda. Mirándole a él, tan lleno de paz y radiante, recordó en su corazón que había sido una vez su esposa, cuando él había sido señor de una manada de elefantes, y se alegró. Pero también llegó a ella el recuerdo de su maldad —cómo había sido la causa de su muerte sólo por un imaginario desaire— y su corazón se encendió, y se puso a llorar y sollozar en voz alta. Entonces el maestro sonrió, y cuando ella le preguntó por qué se reía, él contó la historia, al oír la cual, muchos hombres siguieron el camino y la hermana misma posteriormente alcanzó la santidad.


En Mitos y leyendas hindúes y budistas
Ananda Coomaraswamy