Hakim Iskandar Zaramez y Abdulwahab el Hindi pasaban un día por la esquina de una gran casa de Samarcanda, cuando oyeron un grito salvaje.
“Están torturando a algún pobre desgraciado”, dijo el Hindi, deteniéndose y escuchando cómo los gritos aumentaban.
“¿Te gustaría aliviar el sufrimiento?”, preguntó Zaramez.
“Por supuesto. En tu condición de wali, de santo, seguramente puedes hacerlo, con el permiso de Dios.”
“Muy bien”, dijo el Hakim, “voy a demostrarte una cosa”.
Zaramez se alejó cinco pasos de la esquina de la casa. Los gritos dejaron de oírse.
“¡Te alejas y cesa el ruido! Yo siempre he oído decir que es acercarse a alguien afligido lo que mitiga el dolor”, dijo El Hindi.
El Hakim sonrió, pero no dijo nada más, haciendo el gesto que entre los sufíes significa: “En un determinado momento, una pregunta puede no tener respuesta por el estado de quien pregunta.”
Muchos años después, cuando El Hindi estaba en Marruecos, una noche oyó cómo un derviche contaba sus experiencias a un grupo de estudiantes, en la recoleta ciudad de Maula Idriss. Entre otras cosas, el derviche contó lo siguiente:
“Cierto día del mes de Ramadán el Mubarak, hace muchos años, me tomaron por un vagabundo por mi manifiesta miseria y mi aspecto de pordiosero. A la espera del juicio, me encerraron en una celda de piedra situada en una de las esquinas del muro exterior de la casa de Kazi. Esto sucedió a las afueras de Samarcanda, al norte.
“De repente sentí, de forma inequívoca, la presencia de un santo afuera, no muy lejos. Entonces me alegré de mi suerte, y me senté en silenciosa meditación. Empecé a gemir, a chillar y a agitarme, porque había un poder sobre mí, y porque no podía escapar por mucho que quisiera acercarme a él.
“Después, noté que se había alejado, molesto con mi alboroto. Le dejé que se acercara de nuevo, quedándome tan tranquilo y silencioso como la noche.”
El sheik del círculo del derviche dijo:
“Tu experiencia podía haberte enseñado que a la gente le afecta mucho más la baraka* cuando se encuentra según todas las apariencias más allá de su alcance. El wali estaba enseñándote eso, aunque tú estabas encerrado y él, a los ojos de algún observador, parecía estar haciendo otra cosa bien diferente, o nada en absoluto.”
El Hindi cuenta:
“Gracias a este hecho empecé a comprender de verdad que no es sorprendente que la gente tenga “experiencias espirituales”. Lo que puede ser sorprendente es que las tengan tan pocas personas y lo que sin duda es aún más sorprendente es que, en vez de aprender de esas experiencias, las veneren y las tomen por lo que no son.”
* En sentido general, significa “bendición”, “poder impalpable”. En un sentido más estricto, los sufíes utilizan este término como la “transmisión espiritual” que un maestro lleva a cabo con un discípulo. (N. del T.)
Idries Shah, La sabiduría de los idiotas, cuentos de la tradición sufi
Traducción: Sebastián Velázquez
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