Un hombre nacido en Yan se había criado en Chu, donde había vivido toda su vida. Viejo ya, emprendió el regreso a su país natal. Al llegar a Jin, otros viajeros que seguían su mismo camino lo engañaron. Indicándole las murallas le dijeron: "Ésas son las murallas de Yan." El hombre de Yan se puso triste. Señalándole un templo consagrado a los espíritus de la tierra, le dijeron: "Ése es un templo de los espíritus de la tierra de tu país". El hombre de Yan suspiró profundamente. Le señalaron una casa y le dijeron: "Ahí tienes la morada de tus antepasados". El hombre de Yan se puso a sollozar llevado por la emoción. Le indicaron unos montículos y le dijeron: "Ésas son las tumbas de tus antepasados". El hombre de Yan, sin poder contenerse, estalló en llanto. Entonces sus compañeros de viaje riendo a carcajadas le dijeron: "Te hemos estado engañando todo el tiempo: esto no es Yan, es Jin". El hombre de Yan se sintió avergonzado. Cuando efectivamente llegó a su país natal, al ver sus murallas, sus templos de los espíritus de la tierra, las cabañas y tumbas de los antepasados, la emoción que experimentó fue mucho menos intensa.
En Lie Zi, El libro de la perfecta vacuidad