Miscelánea Zen - Pai-chang (720-814)



Las enseñanzas verbales

Todas las enseñanzas verbales sirven para curar enfermedades. Al haber diferentes clases de enfermedades, también hay distintos remedios. De ahí que algunas veces se diga que Buda existe, y otras que no existe.

Las palabras verdaderas son aquellas que curan la enfermedad; si el remedio consigue curar, las palabras son verdaderas. Si no consigue curar la enfermedad, las palabras son falsas.

Las palabras verdaderas son falsas si crean conceptos. Las palabras falsas son verdaderas si disuelven la confusión de los seres sensibles. Puesto que la enfermedad es irreal, sólo existe una medicina irreal para curarla


Los criterios internos y externos 

Aferrarse a la idea de que uno mismo es Buda, el zen o el camino, considerándolo de ese modo, se conoce como aferrarse a un criterio interior. Opinar que la realización se alcanza a través de causas y condiciones, de la práctica y la comprensión, se conoce por criterio exterior. El maestro Pao-chang dijo: «Tanto el criterio interior como el exterior son falsos».


La búsqueda

Un buda es alguien que no busca. Si buscas algo, te alejas de ello. El principio es el principio de no buscar; cuando buscas algo, lo pierdes.

Si te apegas a la idea de no buscar, es lo mismo que buscar. Si te aferras a la idea de no esforzarte por algo, es lo mismo que esforzarte.

De ahí que la escritura del Diamante diga: «No te apegues a la verdad, no te apegues a la falsedad, ni tampoco te apegues a lo que carece de falsedad».

Dice también: «La verdad que hallan los budas está ausente de realidad o de irrealidad».


La liberación en cualquier lugar 

No persigas a Buda, ni las enseñanzas, ni una comunidad. No persigas virtud, conocimiento, comprensión intelectual o cosas similares. Cuando ceses de abrigar sentimientos de confusión o de pureza, no te aferres a ese no buscar ni consideres que es lo correcto. No mores en ese punto final, ni ansíes alcanzar los cielos o sientas temor por los infiernos. Cuando la esclavitud o la libertad dejan de importarte, esto se llama la liberación de la mente y del cuerpo en cualquier lugar.


Un método para el despertar

En primer lugar deja a un lado todos los asuntos y preocupaciones; no recuerdes o rememores nada, sea bueno o malo, mundano o trascendental. No te dejes llevar por los pensamientos. No te apegues al cuerpo o a la mente, déjalos en libertad.

Cuando la mente es como un trozo de madera o una piedra, cuando no intentas explicar nada y la mente no se dirige a ningún lugar, es como si la base de la mente se convirtiera en el espacio, en el cual el sol de la sabiduría aparece de modo natural. Es como si las nubes dejaran un claro y apareciera el Sol.

Pon fin a los vínculos que te encadenan, a los sentimientos de codicia, odio, apego, confusión o pureza, acaba con ellos. Manténte imperturbable ante los deseos internos y a las influencias externas, sin permitir que la percepción y la cognición sean un obstáculo, sin dejarte confundir por nada, dotado de modo natural con todas las virtudes y el inconcebible uso de las capacidades espirituales, esto es ser alguien libre.

Cuando tu mente está más allá de la agitación o la serenidad en presencia de cuanto la rodea, sin concentrarse ni distraerse, percibiendo cualquier sonido o forma sin apego u obstrucción, a esto se llama ser un caminante.

No caer en la dualidad de lo bueno o lo malo, lo correcto o lo incorrecto, no aferrarse a nada ni rechazar nada, se llama ser miembro de la gran caravana.

No estar esclavizado por lo bueno o lo malo, la vacuidad o la existencia, la confusión o la pureza, el esfuerzo o el desinterés, la mundanidad o la trascendencia, la virtud o el conocimiento, se llama sabiduría iluminada.

Una vez la afirmación y la negación, el deseo y la aversión, la aprobación y la desaprobación y toda la diversidad de opiniones y sentimientos cesan de surgir y no consiguen atarte, serás libre, dondequiera que estés. Serás un bodisatva en el momento de la inspiración, cuando asciende al estado de la Budeidad.


Fuente: Thomas Cleary - Las enseñanzas del Zen