Zohar – Bereschit, fragmento

 

Génesis I. 1 – VI, 8


En la iniciación, la decisión del Rey hizo un trazo en el fulgor superior, una lámpara de centelleo, y allí surgió en los nichos impenetrables del misterioso ilimitado un núcleo informe incluido en un anillo, ni blanco, ni negro, ni rojo, ni verde, ni de color alguno. Cuando tornó las medidas, modeló colores para mostrar adentro, y dentro de la lámpara surgió cierto efluvio, que abajo llevaba impresos colores. El Poder más misterioso envuelto en lo ilimitado, sin hendir su vacío, permaneció totalmente incognoscible hasta que de la fuerza de los golpes brilló un punto supremo y misterioso. Más allá de ese punto nada es cognoscible, y por eso se llama Reschit (“Comienzo”), la expresión creadora que es el punto de partida de todo.

Está escrito: “Y los inteligentes brillarán como el esplendor del firmamento, y aquellos que justifican a muchos, como las estrellas por siempre jamás”.

Había efectivamente un “esplendor” (Zohar). El Más Misterioso golpeó su vacío, e hizo que este punto brillara. Este comienzo se extendió entonces e hizo para sí un palacio por su honor y gloria. Allí sembró una simiente sagrada que hubo de generar para beneficio del Universo y a la que puede aplicarse la expresión de la Escritura: “La santa simiente es mi tronco. Nuevamente hubo Zohar, en el que sembró una simiente para su gloria, exactamente como el gusano de seda se encierra en un palacio de su propia producción, que es a la vez útil y hermoso. Así, por medio de este “comienzo” el Misterioso Desconocido hizo su palacio. Este palacio es llamado Elohim, y esta doctrina se halla contenida en las palabras “por medio de un principio creó a Elohim”.

El Zohar es eso de lo cual fueron creadas todas las expresiones creadoras a través de la extensión del punto de ese esplendor misterioso. No hemos de sorprendernos por el empleo de la palabra “creó” en esta conexión, dado que luego leemos: “Y Dios creó al hombre a su imagen”

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