Musō Soseki |
Pregunta.– Entre los piadosos practicantes del Dharma del Buddha hay algunos que tienen una agonía fea. Otros tienen una bella agonía, aunque no parecen haber sido fieles practicantes de la Vía. Hay también algunos cuyas reliquias se conservan después de la muerte, aunque jamás hayan hecho nada especialmente honorable en su vida y hay otros cuyas reliquias no se conservan después de la muerte, a pesar de su sabiduría y de su virtud. ¿Cuál es la causa de todo esto?.
Respuesta.– Todos los fenómenos no tienen originalmente ningún aspecto definido. Ora se parecen al bien, pero son el mal; ora se parecen al mal, pero son el bien. Ocurre lo mismo con la agonía. Algunos son indignos de respeto aunque tengan una bella agonía y eso se debe a veces a una acción del Malo que quiere engañar así al practicante y extraviar igualmente a los demás haciendo aparecer provisoriamente al agonizante bajo un aspecto prodigioso. Otros no vivirán más que el espacio de una mañana entre los hombres y los dioses y tendrán una agonía espléndida debido a la fuerza de la raíz-de-bien con pérdidas. Un sûtra explica qué tipo de agonía tiene aquel que va a renacer entre los hombres y los dioses después de su muerte: « Durante la enfermedad no tiene ningún mal pensamiento hacia los demás y no se encuentra apegado al mundo. El sufrimiento provocado por su enfermedad es ligero y sus pensamientos no se trastornan. Expira bien invocando el nombre de un Buddha o de un Bodhisattva, o bien pronunciando el nombre de una deidad o de un eremita. Los dioses vienen a recoger a aquellos que renacerán en el Cielo Trâyastrmsa y es por lo que un perfume extraño embalsamará su habitación y una música de danza se escuchara en el cielo... » Inclusive si alguien tiene esta bella agonía, retornará también a su Mal Destino si su buena retribución llega a agotarse. Por consecuencia, eso no será más que un esplendor que habrá durado el espacio de una mañana y sobre el cual no habrá de qué maravillarse. Otros todavía serán dignos de respeto a pesar de su mala agonía, pues ocurre que un Malo provoque la mala agonía de un practicante a fin de quebrar en aquellos que le ven y le oyen el buen espíritu atraído por los buenos augurios, pero el agonizante no ve él mismo el mal aspecto de su agonía. Otros, en fin, entran en el Mal Destino el espacio de una mañana, porque no tienen ninguna parte en la liberación ni en la libertad, al no haber acumulado todavía méritos por el ejercicio y porque el obstáculo de los actos de sus vidas anteriores todavía no ha desaparecido, aunque hayan practicado el verdadero Dharma en esta vida. Pero puesto que la fuerza de la impregnación del verdadero Dharma no se pierde a pesar de su mala agonía, esas gentes acaban por llegar al estado de liberación. Aunque la Sâgara dragonada haya caído el espacio de una mañana en la vía de las bestias a causa de actos anteriores, puesto que se manifestó la fuerza de la impregnación del Mahâyâna durante este tiempo, realizó rápidamente el Despertar verdadero a la edad de ocho años. Si pienso en la vida anterior de este dragón, que conoció la vida de bestia, no veo como su agonía podría ser espléndida.
Antaño, en una ocasión en que el Tathâgata Sâkya había salido para mendigar, encontró a un niño abandonado en las hierbas a lo largo del camino. Tenía un bello rostro blanco y un aspecto extraordinario. Las gentes se juntaron para mirarle. Habiéndose acercado el Buddha al niño le preguntó la puerta del Dharma. Entonces el niño le respondió. Tomándole las manos, el Buddha le hizo levantarse y dijo: « ¡Haz un milagro acordándote de una raíz de bien del pasado! ». A la palabra del Buddha, el niño fue como levantado inmediatamente y permaneció sentado en el espacio donde su cuerpo se puso a irradiar. Esta luz iluminó el triquiliomegaquiliocosmos. A la vista de esta luz, Brahmâ, Sakra Devânâm Indra y las ocho Asambleas se juntaron en torno a él y recibieron retribuciones misteriosas. El Buddha le dio su sello diciendo: « ¡Este niño se llamará en adelante: Bodhisattva de la luz misteriosa! », y el Tathâgata explicó el porqué: « Hace noventa y un kalpas, el Buddha Vipasyin apareció en el mundo. En aquel entonces había dos bodhisattvas de los cuales uno se llamaba: «Santo sabio». Habiendo alcanzado el Conocimiento del No-nacido era poco interesado, tenía pocos asuntos y amaba vivir solo. El segundo se llamaba. «Fortuna». Aunque amaba practicar la mendicidad y aunque servía al bodhisattva «Santo sabio» después de haberse acercado amistosamente a él, quería ir siempre por el mundo y permanecer entre los profanos. »Santo sabio» le reprendió. Entonces, Fortuna se encolerizó y le injurió: « Vos no sois más que un niño encontrado que ni siquiera conoce a sus padres... » A causa de esta palabra, fue concebido durante noventa y un kalpas en el seno de mujeres impúdicas y fue un niño encontrado en cada uno de sus nacimientos. Ahora que ha pagado hasta el fin todos sus malos actos, su antigua raiz-de-bien reaparece... ».
Siendo dado que hay varias de estas cadenas de causas y efectos, aunque algunos tengan una mala agonía, el espacio de una mañana, son espléndidos después. Otros, que tienen también una mala agonía acaban igualmente por hundirse en los malos destinos. Son aquellos que no han cometido más que pecados sin practicar siquiera el Dharma del Buddha a lo largo de los días. O bien, en el momento de morir, habiendo obtenido ya algunos la libertad, liberan su alma sentados y mueren de pie. Estos son aquellos que han podido pasar el paso de la vida-y-muerte por unión del interior y del exterior. Un Antiguo ha dicho: «La liberación del alma estando sentado y la muerte de pie dependen de la fuerza de concentración... » Aquel cuya fuerza de concentración todavía no ha madurado puramente, aunque sea hombre que ha obtenido el Dharma, no alcanza la libertad liberada. Sin embargo no llegará hasta tener una mala agonía. Aunque todavía no haya alcanzado la libertad liberada, uno podrá llamarle: practicante del Mahâyâna si no conserva la vida-y-muerte en su espíritu. Aunque aquél que ha alcanzado la madurez de un Arhat tenga una libertad liberada al manifestar los dieciocho cambios en el momento de su agonía, uno no puede llamarle hombre que ha alcanzado el Dharma. Ha habido también maestros de la Doctrina y de Zen que tuvieron una muerte vio-lenta. Aunque hayan tenido así una mala agonía temporalmente a causa de actos antiguos, puesto que han hecho de ella una estratagema de inducción, es menester no murmurar de ellos por haber tenido una mala agonía.
Hay dos tipos de estudiantes en el Hinâyâna: los auditores y los buddhas-para-sí-mismos. En sánscrito, los segundos tenían por nombre: Pratyekabuddha, y se pretende que las reliquias de estos Pratyekabuddhas se conservan después de su muerte. Sin embargo, como pertenecen al Hinâyâna, uno no puede llamarles « hombres que han alcanzado el Dharma ». Se pretende inclusive que si un ignorante ordinario llega a un éxtasis sus reliquias se conservarán después de su muerte. Todos los Buddhas que han venido por turno al mundo, tales como el Tathâgata del triple tiempo, dejan siempre reliquias después de su muerte a fin de que sirvan de estratagema para el cumplimiento de los actos dichosos por los hombres y los dioses. Algunos de aquellos que, después de la muerte del Buddha, han extendido su Dharma, tales como los Maestros de la Doctrina o del Zen, han dejado reliquias después de su muerte. Aunque su agonía haya sido espléndida, algunos no dejaron reliquias después de su muerte. Es difícil comprender la causa de ello. En el Mahâratnakûta se dice: « Las reliquias del Tathâgata emanan de la Sabiduría sin aspecto. La Sabiduría, es la substancia de las reliquias, y las reliquias son la función de la Sabiduría. Aquellos que son pueriles creen en las reliquias que tienen aspecto y no creen en la Sabiduría sin aspecto... » El Maestro del Zen Bukkô dice así en una estancia:
« Buddhas e ignorantes son igualmente fantasmáticos.
Si uno busca el aspecto real,
Es como polvo en el ojo.
Mis reliquias cubren el cielo y la tierra.
¡No aticéis la ceniza fría frente a las montañas vacías! »
En consecuencia, uno podría llamar a la conservación de las reliquias después de la muerte: « buen aspecto », pero uno no puede decir por eso « hombre que ha alcanzado el Dharma ».
En Diálosgos en el sueño