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Más allá del reino


El maestro San-hu, Meng-tzu Fan, y el maestro Ch’in-chang se preguntaron: 

—¿Quién puede unirse a otros sin unirse a otros? ¿Quién puede hacer con los otros sin hacer con los otros? ¿Quién puede trepar al cielo y vagar en las nieblas, andar por el infinito y olvidarse de la vida por siempre jamás? Los tres hombres se miraron y sonrieron. No había desacuerdo en sus corazones y entonces se hicieron amigos. 

Después de cierto tiempo sin que nada aconteciera, el maestro Sang-hu murió. Aún no había sido enterrado cuando Confucio se enteró de su muerte y envió a Tzu-kung para asistir al funeral. Cuando Tzu-kung llegó, encontró a uno de los amigos del muerto tejiendo marcos para gusanos de seda, mientras que el otro tocaba el laúd. Uniendo sus voces, cantaban esta canción:

¡Ah, Sang-hu! 
¡Ah, Sang-hu!
Has regresado a tu verdadera forma
Mientras nosotros seguimos siendo hombres. ¡Oh!

Tzu-kung se apresuró a su lado y les dijo: —¿Sería muy osado de mi parte preguntarles qué tipo de ceremonia es ésta de cantar en presencia del cadáver?

Los dos hombres se miraron entre sí y se largaron a reír. —¿Qué sabe este hombre del significado de las ceremonias? —dijeron. 

Tzu-kung regresó y le informó a Confucio de lo acontecido. —¿Qué tipo de hombres son éstos? —preguntó—. ¡No prestan atención a la conducta apropiada, se desentienden de la apariencia personal y, sin siquiera cambiar la expresión de sus rostros, cantan ante la presencia del propio cadáver! ¡No puedo ni encontrar un término para denominarlos! ¿Qué tipo de hombres son?

—Los hombres como ellos —dijo Confucio—. Vagan más allá del reino; los hombres como yo vagan dentro de él. El más allá y el aquí nunca pueden encontrarse. Fue tonto de mi parte enviarte a ofrecerles un pésame. Ellos ya se han unido al Creador como hombres que vagan en el único aliento del cielo y de la tierra. Ven a la vida como un tumor inflamado, una verruga protuberante, y a la muerte como el drenaje de una llaga o el estallido de un forúnculo. Para hombres como éstos, ¿cómo puede siquiera existir la posibilidad de poner a la vida en primer lugar y a la muerte en el último? Piden prestada las formas de criaturas diferentes y las alojan en el mismo cuerpo. Se olvidan del hígado y de la vejiga, ponen a un lado orejas y ojos, girando y  circulando, terminando y comenzando otra vez, sin pensar dónde comienzan o terminan. Deambulan ociosamente más allá del polvo y de la tierra; vagan libremente al servicio de la no-acción. ¿Por qué iban a apurarse y preocuparse acerca de las ceremonias del mundo vulgar y hacer un despliegue para los oídos y los ojos del rebaño común?

Tzu-kung dijo: — Entonces, maestro, ¿cómo es este “reino” al que te apegas?

Confucio dijo: —Yo soy uno de esos hombres castigados por el Cielo. De todas maneras, compartiré lo que tengo contigo.

—¿Puedo entonces preguntar acerca del reino? —dijo Tzu-kung.

Confucio dijo: — Los peces se esfuerzan en el agua, el hombre se esfuerza en el Tao. Para aquellos  que se esfuerzan en el agua, cava un estanque y encontrarán alimento suficiente. Para aquellos que se esfuerzan en el Tao, no te preocupes por ellos y sus vidas estarán seguras. Se dice entonces: los peces se olvidan unos de otros en los ríos y en los lagos, y los hombres se olvidan unos de otros en las artes del Tao.

Tzu-kung dijo: — ¿Puedo preguntar acerca del hombre singular?

—El hombre singular es singular en comparación con otros hombres, pero es compañero del Cielo. Entonces se dice: el hombre pequeño del Cielo es un caballero entre los hombres; el caballero entre los hombres es el hombre pequeño del Cielo.


Zhuang Zi, capítulo VI
Versión de Alex Ferrara