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Zhuang Zi - Capítulos interiores 7

Capítulo VII
EN CUANTO A EMPERADORES Y A REYES

I

Nie Que, el Desdentado, cuestionó a Wang Ni.
Cuatro veces le preguntó
Y cuatro veces él no supo contestar.
Así que el Desdentado, saltando de alegría,
Se lo contó a su Maestro Traje de Juncos.

«¿No lo has sabido hasta ahora? -comentó su Maestro-.
El soberano Youyu no podía equipararse al soberano Tai:
Youyu usaba su benevolencia
para atraerse a los hombres y ganar su confianza,
pero no llegó a desentenderse de las cosas de este mundo.
En cambio, el soberano Tai dormía profundamente
y se despertaba satisfecho.
Le era indiferente ser caballo que ser buey.
Su saber era real y su Virtud auténtica.
Nunca se implicó en las cosas de este mundo».


II

Jian Wu fue a ver al loco Jie Yu.
«¿Qué te ha dicho Ri Zhongshi?» - preguntó Jie Yu.
«Me ha dicho: Al que gobierna según sus propios principios,
¿quién rehusaría obedecerle y reformarse? ».

El loco Jie Yu le respondió:
«¡Falsa Virtud!
Gobernar así es como atravesar el océano,
agujerear un río, hacer que un mosquito
sostenga una montaña.
Cuando el Santo ordena, ¿ordena lo exterior?
Tan sólo se corrige a sí mismo para después actuar,
seguro de hacer únicamente lo que es capaz: eso es todo.

Para evitar la flechas, el pájaro vuela alto.
Para evitar que el hacha o el fuego le sorprenda,
el ratón de campo, en las colinas sagradas,
excava profundo su guarida.
¡Los hombres no alcanzan siquiera la sabiduría
de estas pequeñas criaturas!».


III

Alguien llamado Raíz-Celeste
se paseaba al sur de la Gran Montaña
y llegó a orillas de Río Límpido.
Allí encontró a Hombre-sin-Nombre,
y le preguntó: «¿Cómo se gobierna un imperio?».

«¡Fuera de aquí! ¡Estúpido! - exclamó Hombre-sin-Nombre -.

¡Perder el tiempo con temas tan absurdos!
Estoy a punto de ser el compañero
de Aquello que todo lo hace,
y cuando me canse,
cabalgaré de nuevo al pájaro evanescente
para volar más allá de las Seis Direcciones.
Allí, en la ciudad de la nada,
habitaré la desnuda inmensidad.
¿Cómo puedes venir a molestarme
con la manera de gobernar un imperio?».

Pero Raíz-Celeste repitió la pregunta.

Hombre-sin-Nombre respondió:
«Deja que tu corazón nade en lo insípido.
Mezcla tu soplo con lo indiferenciado.
Sigue lo espontáneo y no seas egoísta:
entonces el imperio estará en orden».


IV

Yang Ziju visitó a Lao Dan y le dijo:
«Supongamos un hombre alerta, fuerte,
de una sagacidad clara y penetrante,
estudioso infatigable del Tao.
¿Puede alguien así equipararse a un ilustre monarca?».

Lao Dan le respondió:
«Para un Santo,
ese hombre sería como un aprendiz de artesano
que carga con el peso de su cuerpo y de su espíritu.
Los tigres y leopardos atraen al cazador.
por los dibujos de su piel;
por su destreza,
los monos y los perros acaban atados en cadenas.
Ese hombre ¿puede equiparase a un ilustre monarca?».

Yang Ziju le preguntó respetuosamente:
«¿Podría yo saber cómo gobierna el irnperio un ilustre monarca?».

«Sus hazañas se extienden por el mundo entero - dijo Lao Dan -,
sin que parezcan hechas por su propia mano.
Sus riquezas se esparcen entre los Diez Mil Seres
sin que los hombres dependan enteramente de él.
Se encuentra allí donde nadie puede nombrarle.
Él deja que cada uno encuentre su propia alegría.
Sus pies se posan en lo insondable
y camina allá donde la nada habita».


V

En el reino de Zheng
había un hechicero llamado Ji Xian.
Conocía de cada hombre
su nacimiento y su muerte,
su existencia y su declive,
su desgracia o su suerte,
su longevidad o su muerte prematura,
y preveía con exactitud el año, el mes,
la semana y el día, igual que un espíritu.
Nada más verlo, los habitantes de Zheng huían.
Pero cuando Lie Zi lo vio,
entusiasmado fue a ver a Hu Zi y le dijo:
«Maestro, yo creía que tu Tao era Supremo,
pero hay otro Tao aún más alto».

«¡Si yo sólo te he enseñado la forma pero no la esencia!
¿Cómo pretendes saber lo que es el Tao?
¿Es que acaso las gallinas, sin un gallo,
pueden poner huevos?
Tú te sirves del Tao para convencer al mundo.
¡Te crees alguien y un simple vidente te traspasa!
¡Tráelo aquí para que yo lo vea!».

Al día siguiente
Lie Zi llegó en compañía del hechicero.
Saliendo de casa de Hu Zi, Ji Xian le confesó a Lie Zi:
«¡Hum, tu Maestro se muere!
No resistirá más de diez días.
He visto en él algo extraño: ceniza húmeda».
Lie Zi, cuyas lágrimas mojaban su vestido,
informó a su Maestro y éste respondió:
«Hace un momento le he mostrado la formación lenta
e incesante de la Tierra.
Él no ha visto más que la fuerza interna
y obstruida de mi Virtud.
Hazle venir otra vez».

Al día siguiente, Lie Zi lo trajo de nuevo.
Después de la entrevista, el hechicero exclamó:
«¡Es una suerte que tu Maestro me haya encontrado!
¡Ya está curado y lleno de salud!
He visto su potencia contenida».

Lie Zi se lo contó a su Maestro y éste le dijo:
«Hace un momento le he mostrado el Cielo
fecundando la Tierra:
algo intangible y sin nombre.
La fuerza interna brotaba desde mis talones.
Él no ha visto más que mi inclinación hacia la vida.
Hazle venir de nuevo».

Al día siguiente Ji Xian, el hechicero, volvió.
Saliendo de casa de Hu Zi, le dijo a Lie Zi:
«Vuestro Maestro es inconstante:
no he podido leer nada en su rostro.
Cuando esté más equilibrado, volveré para examinarle».

Lie Zi se lo contó a su Maestro, y Hu Zi contestó:
«Hace un momento le he mostrado el Gran Vacío.
Ha visto la fuerza interna de mi Soplo vital en equilibrio.
Hay abismos en los remolinos que forman las ballenas.
Hay abismos en los remolinos que forman las aguas calmadas.
Hay abismos en los remolinos que forman las aguas corrientes.
Éstos son sólo tres de las nueve clase de abismos.
¡Que vuelva otra vez!».

Al día siguiente el hechicero apareció de nuevo.
Pero antes incluso de ponerse frente a Hu Zi,
ya se había ido.

«¡Alcánzale!» - dijo Hu Zi.

Pero Lie Zi no pudo atraparle.
«Desapareció, le he perdido, no he podido alcanzarle»
- le dijo a su Maestro.

Hu Zi respondió:
«Hace un momento le he mostrado mi Principio Ancestral.

Mi vacío ondulante e inasible,
como hierba acariciada por el viento.
como ola disolviéndose en el agua.
Por eso se ha ido».

Lie Zi concluyó que aún no había aprendido nada,
y regresó a su casa, de la que no salió durante tres años.
Cocinaba para su mujer,
alimentaba sus cerdos como si se tratara de personas.
Se apartó de todas las cosas del mundo.
Abandonó la gema tallada por la piedra desnuda.
Solo e independiente como un trozo de tierra
en medio del mundo agitado.
Habitó la Unidad hasta el fin de sus días.


VI

No seas el depositario de un nombre.
No seas el guardián de tus proyectos.
No te hagas cargo de nada.
No seas detentor de la sabiduría.
Realízate en lo ilimitado,
camina por senderos sin huellas.
Acepta enteramente el don del Cielo,
sin presumir de haberlo obtenido.
Sé tú el vacío: eso es todo y basta.
El Hombre Supremo usa el corazón corno un espejo:
a nadie echa, a nadie acoge,
refleja sin quedarse con nada.
Por eso conquista a los seres
sin sufrir daño alguno.

El emperador del Mar del Sur se llamaba Súbito.
El emperador del Mar del Norte se llamaba Furia.
Y el emperador del Centro se llamaba Caos.
Súbito y Furia se reunían a veces en el reino de Caos.
Éste les trataba tan bondadosamente
que Súbito y Furia decidieron recompensarle
y se dijeron:
«Todos los hombres tienen siete orificios
para ver, escuchar, comer y respirar.
Sólo él no tiene ninguno.
¡Vamos a hacérselos nosotros!».
Le abrieron un orificio cada día:
Pero al séptimo Caos murió.


Los Capítulos Interiores de Zhuang Zi
Pilar González España y Jean Claude Pastor-Ferrer

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