Popol Vuh - En la Mansión del Frío


Popol Vuh - En la Mansión del Frío


Entraron en seguida en la Mansión del Frío. Incalculable el frío. Denso el granizo menudo en la Mansión, casa del frío. El frío cesó prontamente por la Magia de los nietos, el frío fue destruido por los engendrados. No murieron; vivían al alba; Xibalbá deseaba sin embargo que muriesen, pero esto no sucedió y buenos estaban sus rostros cuando llegó el alba. Salieron cuando sus vigilantes fueron a llamarlos. «¡Como! ¡No han muerto!», dijo el gobierno de Xibalbá, maravillándose de las acciones de los engendrados Maestro Mago, Brujito.

Entraron después en la Mansión de los Jaguares. Muchos jaguares en la casa: «No nos mordáis, somos de los vuestros», dijeron a los jaguares. Arrojaron en seguida huesos ante los animales, quienes inmediatamente pulverizaron los huesos. «Al fin, ya están pues acabados, sus corazones son comidos, al fin se han entregado; he aquí que son molidos sus huesos», decían los veladores, regocijándose todos en sus corazones. Pero ellos no habían muerto; de nuevo buenos estaban sus rostros. Salieron de la Mansión de los Jaguares. «¿De qué naturaleza son? ¿De dónde vienen?», dijeron todos los Xibalbá.

Entraron después en el fuego, en una Mansión de Fuego. Solamente fuego en el interior.

No fueron quemados por él, aunque asase, aunque ardiese. También [estaban] buenos sus rostros cuando vino el alba. Sin embargo, mucho se deseaba que muriesen allá por donde pasaban todavía; esto no sucedió, y por eso desfalleció el corazón de Xibalbá. Entraron después en la Mansión de los Murciélagos. Solamente murciélagos en la mansión, una Mansión de los Murciélagos de la Muerte, grandes animales que tenían el mismo aparato mortal que Punta Victoriosa, acabando al instante a aquellos [que llegaban] ante sus fauces. Estuvieron allá adentro, pero durmieron en sus cerbatanas; no fueron mordidos por los dientes que estaban en la Mansión. Se entregaron en seguida, pero a un Murciélago de la Muerte que vino del cielo a manifestarles lo qué debían hacer. Los murciélagos se interrogaron, celebraron consejo una noche, aleteando. «Brujo Abatido, Brujo Abatido», decían lo dijeron una noche: cesaron sin embargo un poco. Los murciélagos no se balancearon ya más, permanecieron en una punta de las cerbatanas. Brujito dijo entonces a Maestro Mago: «El alba blanquea. Mira», «Quizás blanquea. Voy a mirar», respondió. Cuando quiso mirar desde la boca de la cerbatana, cuando quiso, ver salir el alba, al instante su cabeza fue cortada por Murciélago de la Muerte, y la grandeza de Maestro Mago permaneció débil. Brujito preguntó de nuevo: «¿No alborea?», pero Maestro Mago no se volvió. «¿Habrá partido Maestro Mago? ¿Cómo hiciste eso?». Pero [Maestro Mago] no se volvía, estaba solamente extendido allí. Entonces Brujito tuvo vergüenza. «¡Ay! vencidos estamos», dijo. En seguida colocóse la cabeza del Maestro Mago en el juego de pelota, cumpliendo la palabra do Supremo Muerto, Principal Muerto. Todo Xibalbá se regocijó a causa de la cabeza de Maestro Mago.


Popol Vuh – Capítulo 20