Varón y Hembra


Varón y Hembra


El Rabino Simeón se dirigió a Tiberiades y con él estaban el Rabino Yose, el Rabino Judah y el Rabino Hiyya. En él camino, vieron al Rabino Phineas que venía a su encuentro. Todos desmontaron y se sentaron al pie de la montaña, bajo un árbol. El Rabino Phineas habló: Mientras estamos aquí sentados me gustaría oír algunas de esas maravillosas ideas que constituyen su discurso cotidiano. 

Luego, el Rabino Simeón habló, y comenzó con el texto: 

"Y durante sus jornadas desde el Sur, fue desde Beth-el hasta el lugar donde había estado su tienda en un principio, entre Beth-el y Ai" [Gen. I:3: 3]. Dijo: Aquí podríamos haber esperado encontrado la palabra "jornada"; pero en vez de esto, leímos "jornadas", que pretende significar que, durante la jornada, con él estaba la Divina Presencia. Corresponde al hombre ser siempre "varón y hembra", para que su fe permanezca estable y para que la Presencia nunca lo abandone. Y preguntarán ustedes: ¿Cómo podrá hacer eso el hombre que, lejos de su mujer, realiza una jornada y deja de ser "varón y hembra"? Tal ser, antes de comenzar la jornada y mientras aún es "varón y hembra", deberápedir a Dios que lleve hasta él la Presencia de su Maestro. Después de que haya rezado y dado gracias y una vez que la Presencia descanse en él, entonces podrá irse, pues en virtud de su unión con la Presencia ahora es varón y hembra en el campo, tal como era varón y hembra en la ciudad; está escrito: "El bien [zedek, femenino de zaddik] deberá ir delante de él y le abrirá el paso" [Salmos 85: 14]. 

Nótese lo siguiente. Durante todo el tiempo de su viaje, el hombre debe tener mucho cuidado con sus actos, con objeto de que la sagrada unión no se rompa y él se tome imperfecto, privado de la unión con la hembra. Si se sentía la necesidad del bien cuando él y su esposa estaban juntos, ¿cuánto mayor sería ésta cuando la pareja celestial estuviera con él? Y, más aún, ciertamente, si esta pareja celestial actúa como su guardián constante durante el viaje hasta su regreso a casa, incluso es obligación del varón, una vez de vuelta en el hogar, dar placer a su mujer, ya que gracias a ella, él obtuvo la unión celestial. 

Existen dos razones para esta obligación de cohabitar. Primero, este placer es religioso, da alegría también a la Divina Presencia y es un instrumento de paz en el mundo, tal como está escrito: "Y tú sabrás que tu tienda está en paz y visitarás tu habitación y no pecarás" [Job 5: 24]. 

(Preguntarán: ¿Es pecado que él no pueda penetrar a su esposa? Es pecado, pues en su impotencia, él es indigno del honor de ser compañero celestial, que le fue dado gracias a su esposa.) Segundo, si su esposa concibiera, la Divina Presencia confiere al niño un alma sagrada, pues este pacto es conocido como el pacto del Ser Supremo, bendito sea. 

Por tanto, el hombre debe ser tan celoso al gozar de este placer como al gozar del placer del Sabbath, en cuyo tiempo se consuma la unión de los sabios con sus esposas. Así, "sabrás que tu tienda está en paz", pues la Presencia te acompaña y habita en tu casa y, por esta razón, "visitarás tu habitación y no pecarás", al llevar a cabo con alegría la obligación religiosa de tener relaciones conyugales ante la Presencia. 

Así es que los estudiosos de la Torah, lejos de sus esposas durante los seis días de la semana que le dedican al estudio, se encuentran en este lapso unidos a un compañero celestial, y no dejan de ser "varón y hembra". Y con el advenimiento del Sabbath, a ellos corresponde alegrar a sus mujeres en honor de la unión celestial, y tratar de hacer la voluntad de su Maestro, como se ha establecido.

De igual modo, cuando la esposa de un hombre está en sus días de separación, en esos días, mientras él la espera, el hombre tiene consigo al compañero celestial y continúa siendo "varón y hembra". Cuando la esposa queda purificada, el hombre tiene la obligación de agradarla en la gozosa satisfacción de una obligación religiosa. Las mismas razones que hemos dado, se aplican a este caso.

De acuerdo con la doctrina secreta, los místicos han de ofrecer toda su mente y propósito al Uno [el Shekhinah]. Podría objetarse que, a la luz del argumento anterior, un hombre está en un estado de mayor honor durante un viaje que cuando está en casa, pues el compañero celestial está con él. Esto no es verdad. En casa, la esposa es el fundamento del hogar del hombre, ya que gracias a ella, la Presencia no se aleja de ahí. 

Así, el verso "e Isaac la llevó a la tienda de Sarah, su madre" [Gen. 24: 67], según la interpretación de nuestros maestros, significa que la Divina Presencia vino a la casa de Isaac junto con Rebecca. De acuerdo con la doctrina secreta, la Madre Suprema está junto con el varón sólo cuando la casa está lista, y en ese momento el varón y la hembra están unidos. En un momento así, la Madre Suprema les manda bendiciones. 

De igual modo, la Madre Inferior se encuentra junto al varón sólo cuando la casa está lista y él y la hembra se unen; entonces, las bendiciones de la Madre Inferior caen sobre ellos. Por lo tanto, dos hembras, su Madre y su Esposa, deben agradar al hombre en su casa. Hay referencia a esto en el verso: "En [ad] el deseo de los montes eternos" [Gen. 49: 26]. Este ad es el objeto deseado de los "montes eternos", lo cual significa la hembra suprema que debe arreglarse para él y hacerla dichoso y bendecirlo y también la hembra inferior, que deberá reunirse con él, unirse a él y recibir apoyo de él. 
No de otra manera en el mundo inferior, el deseo de los "montes eternos" es para el hombre cuando se casa y dos hembras, una del mundo superior y otra del inferior, habrán de darle dicha -la del mundo superior haciendo llover sobre él todo tipo de bendiciones, y la del mundo inferior recibiendo apoyo de él y uniéndose a él. Así sucede con el hombre en la casa. Pero cuando está de viaje, mientras la Madre Suprema todavía se halla con él, la esposa del mundo inferior permanece atrás; y por tanto, a su regreso, corresponde a él hacer aquello que establezca la armonía entre él y dos hembras, tal como lo hemos explicado. 


En El Zohar 
Selección y edición de Gershom Scholem