El peso de los actos





Si el muerto no reconoce la verdad debido a su mal karma, a pesar de la ayuda que haya recibido para la visión penetrante, se le llama por su nombre, diciendo:

«Noble hijo, ¡escucha! Tienes que padecer estos sufrimientos porque son el fruto de tus propios actos. Ruega a los Tres Raros y Sublimes que te han de proteger. Y si no sabes rezar de esa manera, si no sabes meditar sobre el Gran Símbolo, y si no te concentras sobre tu Yi-dam divino, verás a tu buen genio, nacido simultáneamente contigo, contar tus actos benéficos con guijarros blancos, y simultáneamente vendrá tu genio malo, que contará con piedras negras todos tus actos perjudiciales. Sentirás un gran miedo, una angustia y un disgusto que te harán temblar y mentir, diciendo: "No he hecho nada malo." Entonces (el dios de la muerte), Yama dirá: "Voy a consultar con el espejo de tus actos", y, mirando el espejo, aparecerán nítida y claramente el bien y el mal. ¡Tu mentira será absurda! Entonces, Yama te atará una soga al cuello y te arrastrará. Te degollará, te arrancará el corazón y te desgarrará las entrañas, lamiendo tus sesos, bebiendo tu sangre, devorando tu carne, royendo tus huesos.

Pero tú no puedes morir, aunque estés despedazado, y te volverás a levantar. Y siempre vuelto a despedazar, tendrás que soportar grandes sufrimientos, pero nada temas cuando se cuenten los guijarros blancos. No tengas miedo, no mientas, no temas a Yama, puesto que no eres más que un cuerpo mental, no puedes morir realmente, aunque te despedacen y te corten en trocitos.

Como tu naturaleza en realidad consiste en vacuidad, no tienes nada que temer.

»En efecto, los diferentes emisarios de la muerte son tus propias proyecciones, tus ilusiones; su forma está vacía. En cuanto a ti, tu cuerpo mental que manifiesta las acciones de tus tendencias latentes, es vacuidad. La vacuidad no puede perjudicar a la vacuidad. Lo que no tiene ninguna característica  no puede perjudicar a lo que carece de toda característica.

»Fuera de tus propias ilusiones, no existe ningún emisario de la muerte, ningún genio bueno o malo, ningún ogro de cabeza de buey que venga del exterior. Reconócelo. Reconoce que todo eso es el bardo. Súmete en la contemplación del Gran Símbolo. Medita. Si no sabes sumirte en esa meditación, busca entonces a ver quién tiene miedo y date cuenta de que no consiste en nada, de que no es más que vacuidad. Se le llama el Cuerpo de Vacuidad. Pero esa vacuidad no es una nada en sí. Es en este caso el pensamiento "Tengo miedo", y el conocimiento de ese pensamiento es el Cuerpo de Gozo que es lucidez deslumbrante. Vacuidad y lucidez no son dos cosas separadas. La vacuidad es lucidez y la lucidez es vacuidad. Ahora se descubre, y permanece en su estado increado la indisociabilidad de la lucidez y de la vacuidad, el conocimiento desnudo. Es el Cuerpo Esencial. Su propia energía natural se eleva en toda su posibilidad, hace aparecer todo. Es la compasión del Cuerpo de Emanación.

»Noble hijo, imira sin distraerte! Reconoce esto realmente, y con toda certeza te convertirás en Buda en la perfección de los cuatro Cuerpos. ¡No te distraigas! En eso reside el límite entre el despertar de los Budas y la ilusión de los seres vivos. Como este momento es de suma importancia, si te distraes, te encontrarás hundido para siempre en la ciénaga de los sufrimientos sin poder liberarte jamás. Este instante puede cambiarlo todo, este instante es el que puede hacer de ti un Buda. He aquí lo que ocurre ahora.

»Si bien todas las apariciones del estado intermedio han surgido ante ti, no has podido reconocer la verdad a causa de tu eterna distracción. Por esta razón has tenido que padecer este miedo y esta angustia. Si sigues aún distraído, se romperá el hilo de la compasión y llegarás a un lugar en el que no existe ninguna probabilidad de liberación. ¡Estáte, pues, vigilante! »


Padma Sambhava
Bardo Thodol, Libro tibetano de los muertos