Cantar de los cantares - 8: 1-7

¡Ah, si tú fueras mi hermano
criado en los pechos de mi madre!
Al encontrarte por la calle
podría besarte,
sin que la gente me despreciara.
Yo te llevaría a la casa de mi madre,
te haría entrar en ella,
y tú me enseñarías...
Te daría de beber, vino aromatizado
y el jugo de mis granadas

Su izquierda sostiene mi cabeza
y con su derecha me abraza.

El Amado
Júrenme, hijas de Jerusalem,
que no despertarán, ni desvelarán
a mi amor,
hasta que ella quiera.

Coro
¿QUién es ésa que sube del desierto,
reclinada sobre su amado?

El amado
Te desperté debajo del manzano,
allí donde tu madre te dio a luz,
donde te dio a luz la que te engendró.

La amada
Grábame como un sello
sobre tu corazón,
como un sello sobre tu brazo,
porque el Amor es fuerte
como la Muerte,
inflexibles como el Abismo
son los celos.
Sus flechas son flechas de fuego,
sus llamas, llamas del Señor.
Las aguas torrenciales no pueden
apagar el amor,
ni los ríos anegarlo.
Si alguien ofreciera toda su fortuna
a cambio del amor,
tan sólo conseguiría desprecio.


Versión Pbros. Armando J. Levoratti y Alfredo B. Trusso
Buenos Aires, 1980

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